Correcto, si sabes a lo que vas

Plan de pareja para un sábado noche, en el que pesaba más el entorno, que el nivel gastronómico, otras veces es al revés.
Elegimos La Tulipe por su terraza, situada en la esquina Diego de León con Serrano, en frente de la embajada americana, no defrauda, es el principal atractivo de este restaurante, y de hecho, es donde tenían todos los clientes. Muy agradable para las noches de agosto en Madrid.

El servicio es correcto y atento, para lo que suele ser un local “de moda” y la comida, pues cumple para una cena agradable, en la que lo gastronómico no es el centro de atención.

Quisimos empezar con un cocktail, publicitan una carta de cocktails en su página web, pero nos dicen que está previsto, pero de momento no sirven (el local es de reciente apertura, creo que lleva abierto desde Primavera), me quedo un poco descolocado, y en un arranque de originalidad me pido una cerveza, mi mujer un vino blanco (Castelo Medina, Rueda), que nos sirvieron con unas aceitunas aderezadas deshuesadas bastante grandes de tamaño (nada que ver con las típicas olivas con hueso).

La cocina pretende cierta informalidad, con una carta con un cierto toque afrancesado. Decidimos pedir para compartir 3 platos (los precios son con IVA y suplemento 10% por terraza):

Huevos poché con Patatas Trufadas (9,80 €): Sin pena ni gloria, el huevo estaba en su punto, con la yema suficientemente líquida, pero lo presentan en vez de en un plato, en una especie de cuenco, con demasiadas patatas, lo cual hace que la yema no se pueda mezclar adecuadamente bien por las patatas del fondo

Crepe de Camembert con Jamón Ibérico (8,25€): Pues de sabor estaba buena, pero la presentan con un exceso de salsa de Camembert

Tartar de Magret de pato (16,40 €): A nivel de comida lo mejor de la noche. En su punto de sabor y una ración generosa.

Para terminarnos el vino que pedimos, que ahora comentaré, nos pedimos la tabla de quesos (15,40 €). Generosa en cantidad (4 trozos de 4 tipos de queso), pero muy poco trabajada, especialmente si pretenden ser un restaurante con toque de francés, variedades parecidas entre sí y completamente comunes, que puedes encontrar en cualquier supermercado.

Para acompañar la cena pedimos primero el “Transistor” (23 € en carta), nos dicen que no están seguros si les queda, que si les podemos indicar otro en sustitución, le digo que Navaherreros (17 €). Al final nos trae Navaherreros, pero tinto, como no lo conocía y tenía ganas de probarlo, pues lo dejamos, y la verdad es que nos gustó, es un vino muy rico, muy frutal y agradable de beber (24 €). La carta de vinos es correcta, bastante variada, aunque no excesivamente larga (15 referencias en blanco y unas 30 en tinto), con precios razonables, y se ve que ha habido al menos una intención de darle cierta originalidad, ya que hay cositas interesantes. Donde pinchan más es en referencias de vinos franceses y champaganes, muy, muy escasa.

No tomamos postre, fuimos directamente a los cafés, y para culminar la comida, nos tomamos dos estupendos Gvine con Schweppes, correctamente preparados (10 € en carta).

En definitiva, un restaurante con buen ambiente, con un servicio amable, que intenta cuidar los detalles, y una cocina correcta, sin esperar más, a un precio razonable teniendo en cuenta la zona.

El precio indicado no incluye las copas

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