En un entorno admirable, dentro mismo del recinto del Monasterio de Poblet, en un nuevo edificio, se ha instalado este restaurate.
Una decoración fría y falta de calidez; espacios grandes y desangelados.
Por contra todo lo demás acompaña, digamos para sustituir este defecto, excelente servicio, buena calidad de producto y precios muy moderados.
Los postres son lo más decepcionantes.
L'Hostatgeria de Poblet es, como su nombre indica, un lugar de alojamiento, pero cuenta con un restaurante de comida típica catalana, de raíces monásticas, recuperada y renovada por una escuela de cocina (Tasta Poblet) que sirve profesionalmente dentro de l'hostatgeria.
El entorno es un regalo, a unos metros del monasterio cisterciense de Poblet, en medio de la Conca de Barberá, con unas vistas inmejorables: a un lado las viñas de Grans Muralles de Torres, y al otro la plaza de la Corona de Aragón, antesala del monasterio, la puerta de la iglesia y las murallas del recinto. La decoración del local es muy austera, monacal, y se adorna con música religiosa.
El servicio es profesional, muy atento, amabilísimo, y con alma. El trato al cliente, a la comida, al vino... es muy difícil de mejorar. Protegen lo autóctono, las raíces más auténticas de la Conca, y lo ensalzan para nuestro disfrute.
En cuanto a la comida, probamos unos canelones rellenos de pato y setas con bechamel suave (suave significaba extraordinaria, buenísima, muy fina y poco empalagosa). El relleno no soy capaz de describirlo. También probamos unas "galtes" cocinadas lentamente en un Abadia de Poblet de la variedad Trepat: un plato tradicional catalán con gran personalidad y ejecutado perfectamente. También tuvimos la suerte de degustar un conejo en salsa de caracoles con chocolate, que si me pongo a explicarlo no termino: perfecto. Los postres eran todos caseros; degustamos una mouse de tomillo y una crema catalana, la mouse era espectacular, muy fina, y la crema catalana, al estilo tradicional, la mejor que he probado.
Lo regamos todo con un vino local, el que nos recomendaron por su autenticidad: Molí dels Capellans Trepat. De color rubí claro, capa fina, muy particular, muy aromático, destacando la gama floral con notas de especias, monte bajo y algo de minerales. Delicioso, goloso y fresco, con buena acidez, muy apropiado para toda la comida. Con los postres tomamos un dulce de la Conca de cabernet sauvignon, muy frutal, muy curioso y muy bueno.
El menú se configura con un primero, un segundo y un postre, a elegir entre varias opciones, a 20 EUR, bebida a parte.
No puedo dejar de recomendarlo y, a poco que tenga oportunidad, de volver a visitarlo.