Valencia Cuina Oberta. Viernes 14 de junio a la hora de cenar. Leí las diferentes opciones de menús de este programa gastronómico y uno de los que me pareció más interesantes fue el de Alma del Temple. Así que optamos mi mujer y yo por disfrutar de una cena tranquila en dicho restaurante después de una tensa semana . Por cierto, un local muy original, pero pésimamente iluminado (al menos nuestra mesa), frío y con serios problemas acústicos.
¿Qué hemos de entender por menú de degustación? El diccionario de la RAE define degustar como probar o catar, generalmente con deleite, alimentos o bebidas. Pues así es en el Alma de Temple. Catar se cata, pero cenar... pues no se cena.
Uno sabe que si va a un restaurante de, digamos, cocina de autor (no me gusta el término, un cocinero es un cocinero como un médico es un médico) sabe que no va a salir como cuando vas al bar de tu pueblo o casa de tu madre. Uno ya sabe que las raciones van a ser más bien justas. Pero lo de Alma de Temple fue una auténtica burla, las raciones no es que fueran pequeñas, ni tan siquiera escasas, es que eran exageradamente exiguas. En el menú se podía leer que uno de los entrantes era "canelones de..." (plural), bueno pues en realidad era un minicanelón. Los platos principales no eran medias raciones, es que no eran ni medios pinchos. Menos mal que pedimos pan (ya te sacan unas cestas con abundantes porciones de este alimento básico, eso sí a euro por comensal) y en algo pudo aliviar el hambre que pasamos. Y eso que lo que probamos o catamos estaba bueno; sobre todo los "canelones".
De todas formas, en Valencia por lo visto está cada vez más de moda matar de hambre a los clientes. (Léase mi crítica a Trenca Dish)
En cuanto al servicio del vino, pues fatal, con unas copas de vidrio que no hacían juego con la "finura" del local y un completo autoservicio.
En fin, una gran decepción. Desde luego, yo no pienso volver. Ustedes ya están advertidos.