...A Dios pongo por testigo que no pasareis hambre!!!

A pesar del tiempo transcurrido desde la visita (Agosto 2014), este comentario es uno de los que más ilusión me hace aportar al foro, porque se trata de una de esas pequeñas joyas gastronómicas que solamente conoce la gente del lugar y que nunca saldrán en ninguna guía gastronómica o tendrán estrellas Michelin.
Reconozco no haber viajado mucho, pero antes de este verano yo pensaba (erróneamente) que disponía de un buen saque sentado a la mesa, pero tras visitar Cantabria me percaté de que algunas regiones juegan en otra liga y Cantabria es una de ellas. Tarde un par de días en aprender por lo menos, a no pedir más de lo que podía ingerir.
En ese periodo de aprendizaje y guiados por uno de los regentes de la Posada Araceli donde nos hospedamos en Santillana del Mar, nos dirigimos a comer al mesón La Bolera situado en una pequeña aldea llamada Los Tojos, en el interior del parque natural del Saja-Besaya. Solamente poder disfrutar de las vistas durante el trayecto ya merecen la visita. Tras coger el ultimo desvío, faltando 3 kilómetros, hay 7 u 8 curvas consecutivas de 180 grados, que ni Perico en sus buenos años creo que pudiera subir. Una vez arriba, llegas a la aldea, que consta de una única “calle” que es la propia carretera, donde se aparca directamente en el arcén donde puedas. No tiene pérdida.
Llegamos sin reserva, local lleno hasta los topes, pero tras una breve espera un camarero logra acomodarnos una mesa para dos en el comedor interior (en la terraza ni en broma). Ya sentados una decoración recia, amén de una mesas y sillas curtidas en mil batallas, te indican que es uno de esos sitios donde se va a “comer”. Las vistas (increíbles) están fuera, si tienes la suerte de tener terraza y hace buen día, cosa que en levante solemos dar por supuesta, pero que a base de palos aprendes a no obviar.
La carta (adjunto imagen) te indica claramente que se trata de una cocina como las de nuestras madres y abuelas, poco artificio y mucho fondo. Pedimos cocido montañés de primero y venado estofado y carrilleras de segundo. El camarero nos mira como diciendo: ¿estáis seguros?. Imagino que teníamos cara de no saber cuánta comida era eso, así que nos aconseja pedir un cocido montañés para compartir y los dos segundos platos. Aceptamos y rápidamente llega una “ración” de cocido montañés tamaño orco, de la que nos servimos los dos varias veces. Sabor intenso, fruto de las horas de cocción a fuego lento y sorprendentemente, resulta mucho menos pesado de lo que aparenta.
Luego llegan los estofados de venado y carrilleras. Este tipo de platos no debería tener más secreto que el cariño y la paciencia de quien los prepara, sin embargo, que pocas veces están así de esplendidos. Acompañados de unas simples patatas fritas (de las de siempre, no de bolsa congelada) y mojando pan en la salsa del venado hasta que no pude más, creo que pasé uno de los momentos más felices de las vacaciones. No se cuando podremos volver, pero si de algo estoy seguro en la vida, es que volveremos a Los Tojos.
A pesar de la inolvidable experiencia vivida, me queda una espinita clavada, puesto que no probé el chuletón de vaca Tudanca de la región. La noche anterior lo había pedido en otro sitio y por no repetir opté por el estofado. Durante la comida, vi pasar algunos ejemplares hacia otras mesas y creo que todavía me arrepiento. La gula es lo que tiene.

  • Vistas_Meson_La_Bolera

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  • Cocido_montañes_La_Bolera

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  • Carta_La_Bolera

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