Sorprendente y distinto. Fuera de lo clásico

Ayer comí por recomendación de un amigo en este atípico lugar. Y digo atípico por el local (que se asemeja, como indica su nombre, a un bar de pueblo antiguo con su refrigerador de madera incluido) y por el servicio (se sigue un orden de mesa, lo que te advierten desde el principio).
Pero también es atípico por la comida, ya que, en realidad, se trata de comer a base de tapas olvidándonos del plato fuerte que parece necesario en toda comida. Las distinta tapas son singulares, tanto por su elaboración como por su concepto. Las destacaría todas, pero me encantaron las croquetas de fesols i naps, las distintas cocas y el tabule de cordero. Ahora bien, quede enamorado de los postres originales donde los hayan, hasta la tarta de manzana (de las mejores que he probado) es original y distinta.
Y por último destacar la agradables sorpresa del precio que me pareció bajo (22 €/persona y eramos 8).
Solo un pero: la escasa y floja carta de vinos, que además se sirven mal (caliente el vino tinto).
Muy recomendable, aunque es una experiencia distinta

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