De las mejores cenas de 2014

Primera vez en CAÑADIO, el popular restaurante cántabro situado en la parte alta de la calle Conde de Peñalver. Fuimos a cenar un sábado noche y cogimos mesa de casualidad, gracias a una anulación de última hora, allí nos plantamos con unas altas expectativas que se cumplieron con creces.

Se entra al restaurante a través de una barra con muy buena pinta, que ese día estaba abarrotada. Nos informan que nuestra mesa está en el comedor de arriba, pues nada vamos "pa'rriba". El local es un poco complicado, no es pequeño pero está distribuido en varias alturas, con mucha escalera, lo que impide aprovechar el espacio al máximo y lo hace poco apto para mesas grandes. Decorado en tonos oscuros con asientos corridos de skay color rojo reventón recorriendo la pared, la estética es discutible pero no se puede negar que el conjunto queda muy original.

Dos personas. Nada más sentarnos nos ponen un aperitivo de la casa consistente en un chupito de gazpacho de fresas y un buñuelito de bacalao. La dos cosas riquísimas, buen comienzo. De entrante, valores seguros, a compartir media de rabas y media de croquetas de chorizo de potes, una fritura extraordinaria, nada pesada. Mención especial, merecen las croquetas, suaves, con una bechamel cremosa y delicada, una auténtica delicia. Como plato principal compartimos una de bocartes, recomendación del maître fuera de carta, que fue todo un acierto. Los boquerones (fresquísimos) vinieron levemente marinados, con un rebozado muy ligero y poco hechos, en su punto de fritura. También pedimos la hamburguesa de bonito, con el atún cortado en trozos grandes, aderezado tipo "tartar" y levemente pasada por la plancha, muy sabrosa. Y para terminar otro "must" de la casa, una tarta de queso a compartir, que hay que pedir al comienzo de la comida porque señores siempre se acaba.

Y que voy a decir yo de esta tarta de queso que no se haya dicho ya... viene tibia, tiene una textura y un sabor impresionantes, a pesar de que a esas alturas de la cena estábamos bastante llenos, nos hubiéramos comido otras dos raciones.

Para beber, también por recomendación del maître, pedimos un blanco verdejo con crianza Tomás Postigo que maridó estupendamente con todos los platos. Mantelería de hilo, cubertería y copas de nivel. Servicio de buena escuela. Invitación a chupitos de parte de la casa. La cuenta ascendió a 82,20 €, relación calidad-precio extraordinaria. Salimos con una sonrisa de oreja a oreja y planeando la próxima visita a esta casa. ¿Se puede pedir más de un restaurante?

  • Bocartes

    Bocartes

  • Tarta de queso

    Tarta de queso

  • Hamburguesa de bonito

    Hamburguesa de bonito

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