Inmejorable situación, en Diego de León casi ya con Serrano.
Ambiente entre provenzal, mágico y romanticón, con tonos lilas, rojos, pastelillos, ausencia absoluta de iluminación cenital, todo a base de lamparitas intimistas.
En cuanto vi el aperitivo (una crema de queso que se come con bastoncitos de zanahoria) ya sospeché, y cuando salió el primer plato y me fijé en el entorno pensé... ¡estos tienen que ser los mismos que los de La Galette! Pregunté y así es. No hace falta ser Einstein para deducirlo, es un estilo muy personal y marcado, tanto en la estética del local como en las creaciones culinarias.
Eramos un grupo numeroso, cena organizada y concertada de antemano, y nos sirvieron un menú de los que manejan, algo tuneado, que pecó de exceso de pasta y queso y, por omisión, de un principal consistente.
Es un estilillo como entre italiano y vegetariano, con presencia notable siempre de las croquetas, los crujientes, los milhojas (habitualmente rellenos todos ellos de verduras, de manzana, de frambuesa, de queso) y las pastas y risottos.
Servicio del vino inexistente, tomamos un Mantibre 2011 que se dejaba beber.
Un lugar agradable, diferente y original, con cocina que, aunque sin pretensiones, tiene su puntillo. Servicio sin mucha formación pero rápido y cortés.
Jaja, estéticamente tiene un puntillo como de "realismo mágico" que tiene su aquél
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