Al estar alojados en el parador durante tres días a MP, cenamos en su restaurante las respectivas noches.
Hay una carta para pedir platos sueltos o bien elaborar un menú con algunas opciones marcadas con un entrante, un pescado o carne y un postre, bebida aparte. Por el mismo precio del menú se puede elegir el bufet libre, cosa que hicimos repetidamente, y valió la pena.
Quizás se trate de uno de los mejores bufets no sólo de hoteles de su categoría sino también de los de paradores.
Opciones: ensaladas variadas, verduras, anchoas, ensaladillas, encurtidos, ibéricos (salchichón, chorizo y jamón), patés, quesos, espárragos y salsas diversas, gambas y langostinos cocidos, arroz negro y fideuà, carnes y pescados a la plancha, verduras asadas, algún plato cocinado tipo pollo asado o conejo con caracoles... Varios tipos de pan, siempre recién hecho. De postre: frutas, tartas caseras, yogures y helados de Frigo.
Nada que ver con algunos bufets de batalla y mala calidad que suelen ofertarse.
La carta de vinos, como es habitual en estos sitios, cara y, en ocasiones, disparatada (Viña Sol a 16,50€, Celeste a 30€, Muga crianza también a 30€...). Pedimos Quinta del Obispo '08, un mencía (VT Castilla y León), que cumplió más que bien. Lástima las copas, de balón y cristal grueso con el logotipo de la casa, desfasadas en espacio y tiempo.
Mesas vestidas con mantelería de tela, bien separadas, en un entorno agradable. Servicio algo frío, al parecer con más interés por saber el nº de la habitación y la bebida a pedir que por agradar al comensal.
En el exterior, un jardín muy bien cuidado e idóneo para las noches de septiembre.
Sin duda recomendable.