Típico local de la zona de la herradura. Decoración rústica y ambiente bullicioso. Dispone de un comedor en la planta baja y otro en el sotano (calao), donde nos ubicaron. Servicio realmente atento y sufrido (les dimos mucha guerra y tuvieron que subir las incómodas y desiguales escaleras muuuuuuuchas veces, sin quejarse en absoluto y sonriendo todo el tiempo). Un diez para ell@s. Sin lujos en absoluto, pese a lo cual se las arreglaron para facilitarnos 3 copas aceptables por persona, cuatro cubiteras (si no recuerdo mal) y un par de mesas de respetable tamaño para poder trajinar cómodamente con los vinos. El abridor de lamas, que fueron a buscar a otro restaurante, llegó tarde, pero se agradece igual el detalle.
Cena para veintitantos a base de unos aperitivos (una tabla con salchichón, chorizo y jamón [psé]; pimientos asados con atún [mejor]; revuelto de setas [bueno]; menestra [bastante buena]) y un segundo a elegir. Pedí solomillo casi crudo. Muy bueno y como a mí me gusta: sellado y punto. Postres a elegir. Las natillas caseran me gustaron bastante. No sé cómo estaban los cafés ni me fijé en si alguien tomo copa, por lo que el precio es aprox., ya que pagamos a escote.
No me pareció un sitio maravilloso, sobre todo porque tuve que subir las (escabrosas) escaleras casi media docena de veces para ir al lavabo, pero no está mal por lo que costó y, especialmente, por la faena que les dimos con los dichosos vinos ;-P
Y, como siempre en estos casos, lo mejor de lejos, la compañía @->-
Nota: No me gustó en absoluto encontrarmo a un fulano encerrado en el lavabo de caballeros fumándose un porro, ni que pasasen de mí cuando lo comuniqué en la barra. De ahí la nota del "Entorno".