El local es bullicioso, las mesas con manteles de papel, como si de un

El local es bullicioso, las mesas con manteles de papel, como si de un merendero de playa reconvertido se tratara. No hay carta de vinos (la pedí), y las referencias de vino del que disponen es muy limitada. El servicio es lento, pero muy amable. Pedí el vino blanco de la casa (Sumarroca blanc de blancs), del que tenían decenas de botellas abiertas con el corcho vuelto a poner en una nevera. Copas infames. Sin embargo, pedimos unas estupendas ostras, y una fritura de pescadito y gambas muy bien hecha. Las navajas sin embargo no nos gustaron. Los arroces, melosos, uno negro, y uno de bogavante (al que acompañaban cangrejos, y alguna gamba y cigala despistadas), muy sabrosos. Todo por unos 20€ por persona. Con todo lo dicho, no descartaría repetir si me acercara de nuevo por la zona.

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