Ubicado en la primera planta del Hotel W. Entorno espectacular con excelentes vistas sobre la playa de Sant Sebastiá. Buen servicio, con un exceso de acompañamiento a todas partes.
Fue una cena de compañeros de trabajo, 14 en total. Nos ubicaron en la terraza en una mesa (bueno en dos unidas) algo justa, pelín apretados estábamos todos. Teníamos un menú pactado. Ofrecen packs sueltos para combinarlos como un puzle, menú, bebida e incluso barra libre posterior.
Ambiente: joven-nuevo rico. Hombres con camisetas apretadas acompañados de mujeres con las camisetas más apretadas todavía montadas en zapatos con tacones vertiginosos. Todo muy chill-out que es como se llama ahora a aburrirse en un bar. Yo soy más de barra gamberra.
La comida
Como dije fue un menú pactado. Consistía en unos aperitivos (anacardos con wasabi (?), patatas chips con anís, unas aceitunas de Sanlúcar (buenas) y arroz inflado. Vamos unos aperitivos quizá en exceso adolescentes.
Seguimos con un pica-pica con cecina de León, jamón ibérico, mejillones del Delta al vapor y pimientos de Padrón (poco hechos y ¡¡sin sal!!). Todo ello muy normal sin destacar ninguna cosa sobre otra.
Y rematamos con un dentón sobre un puré de patata con pimentón. Eso me pareció a mí porque lo anunciaron con pure de patata y romesco. El pescado fresco, bien elaborado, al menos en mi caso.
El vino que acompañó la cena fue un verdejo que hizo su función, aunque se sirvió fuera de temperatura, y un tinto que no probé ni sabía por qué hizo acto de presencia con ese menú.
De postre un helado de mango y frambuesa, fresco y rico que acompañaron con una garnacha dulce del Empordà.
Después nos fuimos al bar de la planta 26, excelentes vistas pero aburridísimo, todo el mundo sentado con la música atronando, por lo que bajamos a la planta baja a tomarnos un gin tonic en la terraza que nos sirvieron en unas copas balón de plástico!
En resumen, excelentes vistas, ambiente guiri-raruno y comida psé-psé