Elegante restaurante con cocina de buen nivel. El local es moderno, amplio

Elegante restaurante con cocina de buen nivel. El local es moderno, amplio y con buena separación entre mesas. La cocina es de mercado, con materia prima de calidad y acertados puntos de coción. Por invitación de la casa tomamos una copita de Moett Chandom y tres minúsculos aperitivos: crema de hongos, shushi y crema fría de patata. El comienzo no estaba nada mal. Después pasamos a unas alcachofas con langostinos y guisantes (muy rico), seguidas de arroz con cachón (excelente en sabor, textura y presentación). De segundos, mero a la plancha con verduritas en tempura (lo mejor de todo la comida), y esturión, pescado este último que tampoco defraudó y que pedí por las pocas ocasiones en las que se encuentra en carta. Si hasta aquí no encontramos ningún pero en la comida, el nivel de ésta bajo enormemente con los postres. Uno de ellos, el clásico helado de queso con frutos rojos, estaba a la altura, pero no así la tarta de manzana con pera caramelizada y frutas, que se presenta sin ningún motivo como dos postres independientes, que no alcanza ninguno el nivel deseado. El servicio no nos gustó, pues aunque eficaz, resultaba frío y distante en exceso. Respecto al vino, inexplicablemente no te muestran la botella. La presentación de los cafés (te explican uno a uno los 6 diferentes que tienen) me parecio que rozaba la ridiculez, pues sería más lógico mostrar una carta de los mismos. Precios medios, aprox. 75 €/persona.

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