Evidentemente la cultura gastronómica entre ingleses y españoles resulta bien diferente, y si bien dicha diferencia entre otras, la encontraremos en la forma de elaboración de los platos; en este buen restaurante sus propietarios de nacionalidad inglesa han sabido compaginar las diferentes bondades de cada una y ofrecer lo mejor de sí mismas.
Este local se encuentra ubicado a la entrada del pueblo de Villaricos, en la carretera que va de Garrucha a Aguilas, y hacia tiempo que quería visitarlo sin haberlo hecho hasta la fecha, y la verdad que ha merecido la pena, a pesar de las diferencias indicadas anteriormente. Lo que realmente queda patente es que la buena mesa gusta tanto a nacionales como a extranjeros de la nacionalidad que sean.
En nuestra visita sin hacer reserva previa, pudimos comer gracias al rigor de reserva que llevan los ingleses, ya que tenían el local totalmente lleno y al no haberse presentado con tiempo más que suficiente una de las reservas, nos asignaron la mesa. Por desgracia no pudimos hacerlo en la fantástica y amplia terraza con vistas al mar.
El restaurante con correcta presentación de mesas y decoración, escasa bodega y bastante corriente, escasa separación entre mesas, y si los latinos tenemos la fama de hablar con un volumen elevado, la clientela asidua de este local nos supera con creces...y éramos los únicos españoles comiendo.
La vajilla, cristalería y cubertería, resultan de batalla, al igual que no diferencian entre copas para el agua, cerveza ó vino. No se si debió ser por tener el local al completo...pero no lo parece.
La comida para cinco comensales consistió en una entradas de croquetas de setas (8€) muy finas, gustosas y agradables; tortillitas de camarón (7€) bastante correctas puesto que no tenían excesivo aceite; queso de cabra frito con mermelada de tomate (6.50€) rico y correcto; plato de jamón serrano (10€) aquí si que pinchamos, un jamón bastante, bastante corriente.
Como platos más consistentes, paletilla de cordero asado con romero al horno para dos personas (25€) estando la carne en su punto y acompañado de patatas a lo pobre...el único pero la poca sal en el aliño, pero esto es remediable; magret de pato (15€) fantástica elaboración y muy sabroso; estofado de carrillera de ternera (10€) prácticamente se deshacía..muy bueno.
Como postres 1 brownie de chocolate (4.50€); 2 tarta de Nueva York (9€) similar a la tarta Santiago pero con chocolate; 2 manzana laticce (7€) como pastel de manzana.
De la bodega hicimos uso de una botella de Cepa Gavilan 06 (16€)...poca cosa interesante tenian.
Inicialmente y como en la mayoría de comensales, iniciamos con unos refrescos y terminamos con los cafés.
El servicio muy agradable y atento, aunque la cocina al tener el restaurante totalmente lleno se demoraba algo en los platos.