Hacía tres años que no iba a La Broche y había oído comentarios de todo

Hacía tres años que no iba a La Broche y había oído comentarios de todo tipo pero... es genial ver que no ha cambiado nada, todo sigue igual!!! El restaurante es precioso, minimal y ese color blanco por todos lados aporta calma, para centrar los cinco sentidos en el plato. Tomamos el Menú Degustación compuesto por: Flan de foie con pan de orejones, Royal de soja con cuscús de arroz y mahonesa de pollo, Solomillitos al cabrales, Sardinas con crujiente de huevo frito (magnífico), Emulsión de coliflor con chantarellas y tuetano, Lubina con berenjena, chutney de mango y yogur, Solomillos de buey con setas y verduras (el mejor solomillo que he comido en mi vida, hecho al Roner con brandy...), Naranja-almendra-ron y una recreación de la Tarta de queso. Todo buenísimo! Los petit fours eran una evocación a nuestra niñez. Para beber, copa de Agustí Torelló Brut Reserva, Enrique Mendoza Santa Rosa 2000 y Domaine des Baumard. Todo perfecto. El servicio magnífico, muy amable, cercano y profesional. El sumiller Jesús Cobo atentísimo y siempre dispuesto a aconsejar. El pan, el servicio del vino, las copas (Spiegelau y Riedel), los manteles, el plato de aceite y mantequilla con 3 sales diferentes (rosa de especias, aceitunas negras y ahumada), el aperitivo (tres vasitos con allioli, tomate con aceite y queso a las finas hierbas para untar), Sara Font amabilísima y siempre pendiente de agradar. Conocí a Sergi y fue majísimo, respondiendo muy cordialmente todo lo que le pregunté.

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