Desde que, recientemente, Adrià diera el pistoletazo de salida, la meta de la restauración en Barcelona es la "nueva tapa". Esto implica que, en muchos casos, los barceloneses vamos a ser condenados a sentarnos en locales incómodos para comer poco, pagar mucho y sonreír al despedirnos. No sé si lo recuerdan, pero con el boom del Bulli pasó algo parecido, cuando una legión de imitadores parecía amenazar el buen comer en la voluble y presumida Ciudad Condal.
Por fortuna, en la nueva fiebre que es la tapa surgen ofertas interesantes, como éste 3, de raro nombre numerológico, conducido en sala y cocina por gentes experimentadas y, algo más raro todavía, con las cabezas bien amuebladas. Eduardo Arola, dueño y jefe de la cifra, viene de la experiencia larga en Arola del Hotel Arts; en los fogones, abiertos al público que quiera sentar sus reales en una divertida barra, Matteo Pancetti destila una sensibilidad aprendida bajo el techo del gran Ducasse. Las propuestas culinarias son de base clásica e inspiración moderna, algo que no deja tampoco de recordarnos a una revolución acaecida en Francia allá por los años 1970. Del mismo modo, y a riesgo de parecer afrancesado, es justo decir que el amor por el producto autóctono (eso que llaman "km. cero") está entre las prioridades antiguas de nuestros vecinos septentrionales. Éstas y otras son cualidades de las que puede, sin duda, presumir la cocina del 3. Por añadidura, el origen italiano de Pancetti le hace especialmente sensible a las miniaturas, tradicionalmente silvestres, ahora de la huerta (lo que los ingleses del Gran Tour, al referirse a los italianos, denominaban "mangiaerbe", o sea, "comehierbas"). Prueben sus verduritas de estación, traídas de un huerto secreto, combinadas con algún producto del mar (otro ámbito para las miniaturas, como unas navajitas que parecen broches nacarados) o de la tierra (recientemente, la chuleta melosa de vaca española, "tagliata" como en Toscana). Mi humilde recomendación es que se pongan en manos del chef o, si prefieren un plan más modesto e informal, pidan alguna de sus "coca-pizza", una hermandad latina de fundamento italiano y acento ibérico.
En el capítulo de los contras sitúo la oferta de vinos, francamente mejorable, urgentemente necesitada de una reflexión que la ponga a la altura de las tapas.
No quisiera acabar mi comentario sin advertir dos cosas: el 3 es un espacio informal, divertido diría yo, donde la correcta cordialidad del equipo de Eduardo Arola incita a una cena (o comida) distendida. Además, el 3 suele ser visitado por la artista Violeta la Burra, "petenera desvencijada o violetera contracultural", según la describiera Paco Umbral en 1980. ¡Ojo!