Buena opción de la zona.

Compartí mesa con Paco Higón, así que las sensaciones fueron bastante parecidas.
Restaurante ubicado en plena subida a las pistas de esquí de Javalambre. Buen equilibrio entre la rusticidad que la zona requiere, y la modernidad que un restaurante de estilo necesita. Nosotros comimos en el comedor de dentro, frente a una gran cristalera que permite ver la montaña.
Cocina de mercado, autóctona, con algún guiño de modernidad y respeto por el producto. Escogimos el menú (19,5€) que incluía dos platos, postre, café y vino. Tomé el huevo en cocotte con ajos tiernos y bacon, un plato contundente, bastante bueno y bien presentado. Probé la ensalada de melón con jamón y también estaba muy rico. De segundo lomo de cordero relleno de foie y pistachos, también bastante bueno y con buen equilibrio del cordero con su relleno, que era bastante sabroso. Buen punto de la carne, que estaba jugosa por dentro, pero bien marcada por fuera. De postre sorbete de limón sobre gelatina de mojito, también muy rico y refrescante.
El vino de la casa fue el Montesierra Joven que jugó un perfecto papel en esta comida, con copas correctas y servicio atento.

La factura, sin sorpresas: 19,50€, que aunque parezca una redundancia, cada vez te dan más sorpresas en las facturas.

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