Un cambio para mejor. Verna se llama ahora.

Tenía ganas de volver al Estudio de Ana, tras el fichaje de José Miguel García Pellegrino, donde se nota que hay un cocinero sin trampa ni cartón, en el que se nota su paso por sitios nada sospechosos de comer bien como es Casa Marcial de Arriondas, o Diverxo de Madrid. Me he venido sin la factura, por lo que no puedo ser muy preciso, pero éramos 6, y con los vermuts de aperitivo en el jardín (con hueva, mojama y almendras) y los cafés con petit fours igualmente en el jardín (los lujos de Murcia cuando media España está con paraguas) y dos botellas de Viña Lavia (Bullas) no hemos pagado más de unos 45 euros por persona, una relación calidad precio excelsa, cuando describa lo tomado. Como snacks de bienvenida, sablé bretón de parmesano, trufa e ibéricos; gazpacho sólido y crema de calabaza, con jamón y galleta especiada. No sabría por cuál de ellos decantarme, porque los tres rayaron a gran nivel. De hecho habríamos repetido de los tres: la cocina, generosa, repitió los sablés en donde la mezcla de los sus componentes se volvió a revelar de matrícula. Como platos principales, lubina salvaje con jugo de pescados y una verdura parecida al brécol pero más sutil, y un pequeño detalle de puerro rematado con una mouse de verdura, y lomo de salmonete con caldo escabechado y chalota. Ambos pescados, al vapor o con breve paso por el horno, perfectamente confrontables con el más afamado cocinero en el tratamiento de los pescados, ya que conservaban todo su sabor y de punto en el justo. Aquí la mano de José Miguel se nota y de qué manera. Fuera de programa nos hemos tomado un raviolón de gallo, con una muy ligera salsa, parmesano y con la pasta hecha en casa. Plato redondo. El capítulo goloso empezó con cremoso de queso con orejones (o tierra de vainilla, a elección) y helado de toffee con una pequeña teja y concluyó con plátano flambeado con crema de vainilla, galleta de nata y helado de chocolate, que supusieron un muy digno remate a un lujo para los sentidos. El punto de nivel, recordándome otros sitios "estrellados" y que éste injustamente no lo es, lo trajeron los petits fours, con un café de matrícula (¡cuántas comidas tienen como final lastimosamente un café indigno!) de bizcocho de zanahoria y nueces; nubes de melocotón sanguino y brownie de chocolate Venezuela. No sabría por cuál optar, quizás por el primero. No hubo tiempo más que para un gin tónic, una copa (pequeña en la cantidad) de Constitución y un whiskie de Malta, y un par de orujos Rúavieja, como dije en el coqueto jardín flanqueado por naranjos con el azahar en sazón.

Concluyo: lejos de haber sido una pérdida, la salida de David Laínez como sommelier y de Freddy Salmerón en los fogones, que podría haber supuesto un serio inconveniente, ha demostrado que el plus que le podías echar en falta a este desafío en elevar la restauración en Murcia ya se ha resuelto de manera muy satisfactoria, con el buen hacer de Alberto Hernández en la sala y el citado JM García Pellegrino dirigiendo la cocina. Conozco de mis visitas a esta ciudad muchos restaurantes, y puedo asegurar que se trata del mejor, en una ciudad donde la oferta es de mucha categoría.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar