Sobriedad cordobesa

Discrepo de la opinión anterior. Este restaurante es una muy buena opción al turisteo gastronómico que caracteriza a la magnífica judería cordobesa. Un reducto de tranquilidad y buén gusto, con una sobria decoración de motivos ecuestres. En cuanto al aspecto puramente gastronómico, nos encontramos con la cocina clásica cordobesa de siempre, perfectamente ejecutada y presentada, con algunos toques innovadores de interés. El gazpacho andaluz con la sorpresa de las almejas crudas; o el salmorejo con un leve toque de frambuesa. El rabo de toro deshuesado sobre un lecho de patatas y los postres tradicionales, esponjosos, con las aromas de los licores de otras épocas. Para beber degustamos un amontillado viejísimo, bién frio, que resultó emocionante. Evidentemente no es cocina de autor, pero sí un buén reducto de la tradición gastronómica de la ciudad, debidamente desempolvada y puesta al día, con destellos de imaginación. El resultado, más que correcto.

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