Este restaurante, ubicado en una clásica charcutería de gran prestigio (donde mi abuela q.e.p.d. compraba un exquisito jamón york), ha sabido recuperar todo el encanto del local original, con la preciosa pátina de lo verdaderamente auténtico.
El servicio excelente, tal vez las mesas demasiado cercanas.
Los propietarios ya se encargan de informarte del noble origen de sus verduras, Tudela (Navarra), en el que regentan el famoso restaurante 33.
Tuve la ocasión de probar unas alcachofas guisadas, borrajas, solomillo de ternera y unos chipirones. Todo correcto. Postres mejorables.
Dado el buen nivel gastronómico de la zona, y en general de Zaragoza, hace que se diluya este restaurante con su competencia.
El precio algo elevado; considero es un concepto empresarial para seleccionar sus clientes.