Sigue siendo muy bueno.

Volví al Victor 2 años después a ver si con la crisis...
Nada. El restaurante a tope sin que se notase ni un momento que el servicio anduviese agobiado ni mucho menos. Todo en su "tempo" sin problema, a su temperatura y a su ritmo, incluso la cuenta.

Elegimos un Waltraud para acompañar los encargos que habíamos hecho y lo sirvieron correctamente. Por cierto que me pareció que las copas eran mejores que la última vez.

Entradas compartidas: Un foie salteado con una salsa de vino a su temperatura ideal y un ibérico bien cortado y en su punto acompañados de un pan bien cortado, fino, caliente sin tostar, estupendo, el del jamón con un aceite riquísimo y un tomate perfecto. Unos pimientos del piquillo pequeñitos con un relleno de pescado muy suave y a la vez sabroso.

Después tomamos unos bogavantes que estaban buenísimos en su punto de sal, cocción y frescura, los habíamos encargado con antelación. El bacalao a la vizcaína me encantó y la ración fué generosa, el punto del pescado buenísimo y su salsa perfecta, sin peros ni de sal ni de acidez. Muy rico. Un lenguado que pidió la abuela estaba muy bueno pero lo pidió limpio y le "metieron" alguna raspilla.... pero bueno.

De postre no pude renunciar al tocino de cielo de esta casa porque me parece insuperable.

Despedimos la mesa entre todos con una copa de un Chivite dulce que estaba estupendo.

Una lección de restauración: educación, amabilidad sin "familieo", local lleno no agobiante ni frío, y razones de peso para capear la crisis sin problemas. Además la ubicación en Guadalmina, lugar de clientela fija, residente, tradicional y fiel, también ayuda.