Restaurante Landa en Burgos
Restaurante Landa
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:

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Precio desde:
40,10 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
40 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.0
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
-
Comida COMIDA
7.0
Precio medio entorno ENTORNO
7.0
RCP CALIDAD-PRECIO
7.0
Opiniones de Landa
OPINIONES
1

¡Y que no nos falten lugares así! ¡¡ Nunca !!

Uno de mis muchos lugares pendientes. Finalmente hice por buscar la excusa y la forma de caer por allí a una hora razonable para esto del biencomer.

Clasicismo. Del de verdad. No de ese impostado por la moda y en el que parece lo que no es. Este lugar es.

Lo sientes desde el principio. Formas y fondos. Personal uniformado y de un trato impecablemente clásico. El nivel es el de dirigirse a mi como "señor" o "caballero", pese a mi aspecto. A ver, mi pinta suele ser de aquella manera, pero cuando voy de viaje el asunto va de que parezco un Labordeta de marca blanca.

También la estética general es clásica. Y ni falta que hace (ni puta falta iba a escribir, pero no sería correcto) que lo cambien. ¡Qué vajilla tan chula copón!

La carta. ¡¡ Apetece todo !! Es de esos sitios en que quisieras ser un melindrítico para que escoger fuera sencillo. Esto de comer y disfrutar de todo tiene sus pegas, no creáis.

Es comida clásica, tradicional, de esa que afortunadamente no tienen ni que explicarte. No hay absolutamente nada que explicar. Taxonomía de nuestra memoria gustativa. ¡Jod?r qué bien! Una buena parte de los platos pueden pedirse por medias raciones y en esto caí al final, en los postres, porque si me hubiera dado cuenta habría pedido más cosas.

Los detalles. Detalles tradicionales y que se echan de menos, ya que hemos aceptado lo contrario como cotidiano. El platillo extra para poner los huesecillos de las manitas de cordero excelentemente guisadas, así como un cuenco (sí, cuenco, no es un bowl. ¡O somos clásicos todos o ninguno!) con agua y rodaja limón para limpiarte los dedos si estabas por la labor de roer cada huesecillo mejor que un galgo lo hiciera. Porque estaban para hacerlo, desde luego (cosa que no hice, desde luego) y para mojar pan (cosa que sí hice, desde luego)

El que te traigan una cesta enterita con tarros de miel y riquísimas nueces garrapiñadas para el postre, que fue una cuajada de Briviesca.

Las galletas de mantequilla que trajeron con el café cortado del final...

... todo esto que comenzó con una rica sopa de ajo con huevo y unos ricos encurtidos.

Salón que se llena según pasan los minutos. Salen las comandas a un ritmo trepidante. Tengo la suerte de estar viendo el entrar y salir de un horno de leña. Cordero que tiene un aspecto espectacular. Ver el trinchado del los chorizos que salen de ahí... Termino de comer y la gula te dice que seguirías comiendo todo lo que sale de ese horno y de esos pucheros.

Son los restaurantes que nos dicen quienes somos. Lugares que tendría que proteger la Unesco de nuestra memoria, y la ONU de nuestras acciones, yendo allí a comer.

P.S. El bebercio fue jarra de agua que había que conducir. Eso sí, la jarra de agua puesta sobre una bandejita metálica y no sobre el mantel. ¡Detalles clásicos siempre!

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