Un clásico, un sitio donde se debe ir, un imprescindible de Burgos...todas estas frases no tienen quién les sirva.
en la ciudad del cid, serían buenos vasallos si tuvieran buen señor.
Local forrado en madera y con decoración clásica, rozando lo rancio sin ningún elemento que lo haga especialmente atractivo.
El servicio excelente en guardarropía. A partir de aquí....flojo, seré cortés, muy flojo...
si estoy dispuesto a pagar por dos alcachofas catorce euros, espero tener algo de servicio, entendiendo por el mismo, aquéllo que llamamos también acompañamiento.
Què comer, què beber,...son elementos que un buen maitre nos sabrá mostrar, aunque es condición sine qua non que el primero en aparacer, más allà del registro espiritual, sea él.
La carta es corta y con pocas alegrías, pues ni lo clásico se muestra en plenitud ni hay atisbo de modernidad.
El vino...copas iguales para todo, sea un ribeiro, sea un tinto reserva...eso sí, en este caso también te dejan abandonado a tu suerte, ni un triste comentario.
Los postres en la línea...no de la concepción, sino de la casa.
Lo mejor el cafè y las pastas de acompañamiento, que lógicamente llegaron tarde y acompañando a la cuenta....
En resumen, menos artificio y envoltorio y más cercanía, amabilidad y atención al cliente, entiendo que somos clientes todos los que nos sentamos, no sólo los conocidos.