Entré a las 12:30h y salí a las 17:30h. 5 horas. Ni en El Bulli había estado tanto tiempo dentro de un restaurante. Y el caso es que no lo entiendo, porque el menú no era, ni mucho menos, excesivamente largo y el servicio tuvo un timing perfecto. Es verdad que me lo tomé todo con calma y que el café pedí tomármelo en la sala que tienen con la balconada, pero aún así no me salen las cuentas.
Pedí el menú degustación más largo que tienen, eso sí. Me pareció todo de una exquisitez máxima, pero creo que si vuelvo alguna vez (cosa no descartable porque la región del Aveyron y su contigua de Auvernia me resultaron una sorpresa maravillosa), tomaré el menú vegetal que tiene, porque fue en estos platos donde el sabor y la delicadeza de sus composiciones llegaron a su máxima expresión.
Por cierto, algo de lo que deberíamos aprender en España: el restaurante está en un pueblo de montaña, donde el agua tiene que ser, por naturaleza, buena. No se les caen los anillos al preguntarte si quieres “de l’eau minérale o eau carafe” (del grifo, vamos). En Biescas (en pleno Pirineo aragonés), unos días después, no me quisieron servir, junto con la botella de vino, una jarra de agua, “tiene que ser agua mineral”. En fin, en este país somos más listos que nadie…
El maridaje fue bueno, aunque no espectacular, todo vinos del país.
Las vistas son impresionantes porque el restaurante está ubicado en una colina que domina la preciosa comarca del Aveyron. El servicio, perfecto.
Pagué 179 euros por el menú y 78 por el maridaje. Y hay que sumarle alguna cosa más. Mucho dinero, pero lo que digo siempre: una vez en la vida... (el problema es que lo digo demasiado a menudo...)
P.D.: más fotografías en http://proximityproject.wordpress.com/2010/08/16/quique-dacosta-y-michel-bras/