Fuimos a mediados de Julio, entre semana.
El comedor medio vacio, con gente exclusivamente a comer el menú del día. Aun así nos tuvieron casi 10 minutos esperando la carta.
La primera fué grave: el Remelluri que pedimos lo sacaron "chambré", es decir: a 24 ºC.
La siguiente fué a peor (o quizás fué para compensar): unas croquetas de aperitivo congeladas (literalmente: todavía duras por dentro). Por cierto, el pan como de menú del día.
De comida un Foie Gras casero, bastante aceptable. Luego un "bacalao con crema de hongos", que era de esos descongelados o inyectados, y con una crema insípida. Superdeficiente.
En cambio unas manitas con caracoles que estaban sabrosas, aunque los trozos de cascarilla de caracol que te encontrabas por doquier molestaban bastante...
El remate fué el postre, bastante caro: "trufas caseras", que traducido a este restaurante fueron unas cucharillas llenas con una especie de nocilla con trocitos de almendra por encima. Patético.
Total, que salimos muy descontentos.