Este sitio ha perdido mucho, y más en fin de semana. Se nota mucho si vas entre semana: son más amables y el arroz está bastante mejor.
Ha pasado de ser mi sitio favorito para comer paella a ser uno de tantos precisamente por eso: por el desdén del servicio. El tío que dirige el cotarro de las mesas siempre parece cabreado.
Además son completamente arbitrarios: hay veces que te sacan unas olivas con ajo, o cacahuetes, para ir haciendo boca y otras no (pero ves que otras mesas lo tienen); a veces ponen alioli con el pan y otras no; a veces sacan trozos de coca con pasas y nueces en los cafés y otras no (pero ves que otras mesas lo tienen). Según quién te sirva y según qué día tenga.
Y esas cosas encabronan.
Además han subido los precios. La última vez, creo recordar, pagué como 3,5 euros por cada caña de barril, tirando a pequeña.