Mi barra favorita

Repetimos en Viavelez este Viernes pasado para un vino rápido que, como es habitual, se acabó conviertiendo en una cena informal e improvisada... paso a comentar:

El entorno y el local ya están profusamente descritos en comentarios anteriores, con lo que me ciño a lo que ya se sabe: sala amplia y agradable, estupendos tramos de barra y alguna mesa alta y, en Viernes noche a eso de las 22:30h, hasta la bandera de público bien de la zona de Bernabeu -con algún rostro famosillo moviendo el bigote incluido-. Tuvimos suerte y llegamos y besamos el santo -acomodo inmediato por abandono de una de las mesas altas-, pero asumo que es muy conveniente reservar o llegar con más tiempo en fin de semana...

Pedimos las bebidas y nos ponen un aperitivo de papas fritas de bolsa, para abrir boca. Muy sin más, pero lo bueno está por llegar... degustamos lo siguiente en formato de medias raciones salvo el postre:

  • Patatas bravas: fondo de caldo de carne muy patente y un picor elevadito. Calibre y corte de la patata tirando a generoso y media ración que parece una entera. Estupendas aunque como en todo, las hay mejores.
  • Boquerones fritos: 5 lomos completos rebozados, perfectamente desespinados y fritos con maestría. Se acompañan de unas rodajas de un tomate con berros que casi nos hizo llorar de rico que estaba. De escándalo, el principal y la guarnición y, de nuevo, muy generosa la ración.
  • Alitas de pollo con salsa de jengibre y cilantro: ración más corta (4 alitas) y que deslució un poco lo anterior, ya que ni la fritura del pollo ni la sapidez de la salsa nos dijo demasiado a ninguno de los dos...
  • Taco de Cochino (1): con este bocado remontamos el traspiés del paso anterior; cerdo deshilachado con mayonesa de achiote, cebolla morada y una quenelle de guacamole, servido en tortilla frita. Muy rico, para comerse dos o tres sin pestañear.  
  • Arroz con leche: soy enamorado de la torrija de Viavelez -la considero mi top one en Madrid-, pero esa noche apetecía arroz con leche y no decepcionó. Me gustó más por su extrema cremosidad que por su sabor -algo desequilibrado con el limón y quizás escaso de potencia lactea-, pero se puede recomendar sin lugar a dudas. 

Por lo demás acompañamos el ágape con 4 copas de vino (2 finos para mí y 2 blancos para ella, sin más detalles que aportar, lo siento, salvo que perfectamente servidos, atemperados y explicados) y la consabida cestilla de (buen) pan. Mi pareja es intolerante a la lactosa y la amabilísima y simpática camarera que nos atendió tuvo el detalle de sacar un par de sorbetes de manzana verde y regaliz, refescantes y deliciosos. Chapeau por el detallazo. Con todo ello, pagamos una minuta de 52 euros, por lo que solo puedo calificar la RCP de excepcional. ¿Volver? Desde luego.

Lo mejor: todo, pero especialmente la calidez de la persona que nos atendió y, en lo puramente coquinario, los boqueroncitos y el tomate. Ah, y la posibilidad de pedir casi todo en medias raciones.

Lo peor: que suela ser difícil encontrar sitio a los que somos poco previsores...

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