Hola a todos. Este es mi primer comentario de restaurante. Espero estar a la altura (si pretensiones.) EL local que voy a valorar es el Hisop, en Barcelona. Un restaurante que presenta como credencial una estrella Michelín a precios ajustados. Estuvimos en pareja y tomamos el menú degustación, que resultó ser el siguiente:
.Pulpo a la brasa con lima
.Sepia con ajo y perejil
.Caballa a la brasa con albahaca y tomate
.Espárragos blancos con atún y jamón
.Tataki de pescado de lonja con colmenillas y espárragos trigueros
.Lechazo con rebozuelos y lavanda
.(Bolita de helado de lavanda)
.Mármol de quesos
.Fresones en escabeche
.Naranja sanguina con tocinillo y enebro.
.(Rollito de lámina de manzana, rollito de zanahoria y trufita.)
Estos son los nombres que figuran en la carta que me dieron tras solicitarla; los nombres indicados en mesa son más largos...
Pedimos vino blanco Blanc de Terrer, bonito color tirando a bronce, muy agradable, seco sin excesos y agua.
A continuación una somera crítica de la experiencia.
Al entrar al local (no hay vistas, es muy cerrado y está en una calle sin la más mínima gracia -aún estando en el barrio de Gracia...-) te sorprende que accedes directamente al comedor, de tamaño mediano con capacidad de mesas para 28 comensales si no conté mal. El diseño es minimalista, ni un solo cuadro en las paredes color blanco roto. Los muebles son paneles cerrados, no se ve lo que guardan. Mesas redondas -pequeñas-con manteles blancos y servilletas blancas de hilo.
Te ofrecen tres tipos de pan: armenio (coca para mi gusto excesivamente aceitosa), de nueces (muy dulce) y blanco (me gustó mucho, pero no es lo que llamamos pan blanco -compacto, blanco y con corteza lustrosa- sino pan mullido, color tostadito y corteza suave y mate.) También ponen dos cuenquitos con aceite que vierten al momento; arbequina y manzanilla.
El trato normalito, el vino se lo llevan (no me gusta el detalle) en lugar de poner cubiteras, será porque en la mesa no caben; cuando ven la copa vacía te la rellenan, aunque algunas veces no prestan suficiente atención.
Durante toda la comida no te preguntan ni una sola vez qué tal, así que no reciben ese feed back tan necesario... tras pagar la cuenta se lo hice notar.
Veréis, las raciones son cortas (a las fotos me remito), así que comí mucho pan. Cuando una vez terminados los cafés nos preguntaron, no les quedó más remedio que darse por enteradas. Entonces la jefa de sala se deshizo en disculpas, que se lo hubiese dicho, que me hubieran sacado más... pues no, haber preguntado. Claro que según ella, mucha gente le dice que no puede llegar a los postres. A ver, que entiendo que hay gente que come como un pajarito. No es mi caso.
Los platos (pinchos, fue una sucesión de pinchos y así se lo dije) están bien realizados. Las rodajitas de pulpo saben intensamente a mar pero el tamaño no llega ni al de un pintxo de bar en Bilbao, la sepia (tallarines la llaman por la forma del corte) buena sin más, la caballa excelente, en su punto y una fusión de sabores fantástica, los espárragos buenos y de sabor sorprendente, el tataki buenísimo, el lechazo espectacular, el mármol de quesos eran seis trocitos diminutos de quesos (buenos) y una muestra irrisoria de membrillo sobre una bandeja normal, nada de mármol; siendo para dos, lo lógico habría sido poner exactamente el doble, pues no imagino la "ración" si vas solo. Los fresones (o fresas) muy interesantes con mezcla de sabores ácidos y la naranja sanguina con tocinillo buenísima. Los cafés correctos, aunque, pese a que queda muy molón sacar los terrones, es más higiénico poner azucarillos individuales.
En mi opinión los de Michelín han sido MUY generosos.