Género magnífico, trato excelente

La que fue nuestra etapa gastronómica de mayor nivel en nuestro viaje por Asturias no resultó tan memorable como esperábamos, sobre todo por nuestra falta de acierto al elegir los segundos. Local magnífico, atención fuera de serie, trato afable y cercano sin encopetamiento, fueron verdaderamente amables. Decoración moderna, luminoso y totalmente acristalado, el mar se vislumbra desde cualquier mesa. Aunque es amplio y con espacio el número de comensales es limitado. En nuestra visita se trató de una comida y no se llenó del todo aunque faltó poco, eso sí, tarde, ya pasadas las tres, con horario español. De entrante una ración de almejas a la sartén con un aceite de ajo, excepcionales, enormes (parecían ostras) y riquísimas. A continuación y a sugerencia del maître, probamos una ración de oricios, algo que no habíamos comido nunca. Los preparan con una especie de gelatina y una rodaja fina de manzana, que va muy bien y atenúa el intensísimo sabor marino de los erizos. Muy rico, como para repetir. Con los segundos el nivel decayó algo. Nos habían ofrecido, fuera de carta, rodaballo en raciones individuales, creo recordar que con una crema de patata como guarnición. Pedimos una para compartir, sin dudarlo. El problema para mi gusto fue el corte. Iba cocinado a la plancha y estaba cortado en “rodajas”. La pieza debía de ser magnífica, a  juzgar por el grosor de las rodajas, pero en mi opinión este corte perjudica a la textura del rodaballo y al final, por muy bueno que sea el pescado, no tiene esa delicadeza y jugosidad de un buen lomo entero al horno. Entiendo que es difícil hacer raciones individuales y al mismo tiempo respetar el corte en lomos que se acostumbra en los asadores vascos, reino indiscutible del rodaballo. Pero habría agradecido una solución que no lastimara el gusto del que para mí es el pescado más sabroso. Para terminar un cochinillo confitado que estaba rico y bien cocinado aunque quizás excesivamente edulcorado. Todos los segundos se sirvieron en medias raciones debidamente emplatadas para cada comensal, con cambio constante de servicio. Los postres (migas de frambuesa y yogur, crema de arroz con leche) estuvieron bien, correctos. Para beber un valor seguro, Enate Cabernet Sauvignon, a muy buen precio (era de los más baratos de la carta, la verdad). Servido siempre por la camarera, en buenas copas y a temperatura perfecta, como cabe esperar de un local de ese nivel. Mi conclusión es que es un sitio especialmente “de producto”, con preparaciones muy sencillas que respeta la calidad de un género excepcional. No seré quién diga que no merece una estrella, aunque desconcierta un poco teniendo en cuenta los criterios habituales de los michelines, más apegados a la floritura gastronómica. En cualquier caso es un gran restaurante en el que se come muy bien por un precio razonable (nos salió a unos 65 euros por cabeza) y además te atienden de lujo. Pese a la decepción del rodaballo yo volvería con gusto.

Recomendado por 1 usuario
  1. #1

    Abreunvinito

    coincidimos en el comentario sobre la estrella Michelín y en el placer de comer en este lugar.
    Buen disfrute
    Saludos

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