Una de las ventajas del auge gastronómico que está viviendo nuestro pais es que se pueden encontrar pequeñas (y agradables) sorpresas detrás de cualquier esquina (y Cáceres afortunadamente no es una esquina cualquiera en el panorama culinario). Siendo el inefable Atrio su referencia insoslayable, sin embargo, no solo de estrellas vive el universo del buén comer. Y un ejemplo de ello lo tenemos en Botein. Restaurante moderno, bién diseñado y decorado sin estridencias, su aspecto empatiza de entrada con el cliente. Servicio sumamente atento y discreto, nada empalagoso y que aconseja sin atosigar.
Y pasando a lo mas importante, que es el aspecto culinario, la sensación inicial se torna en sonrisa cómplice y gesto de asentimiento, cuando vamos probando sus platos. Carente de menu degustación, se nos aconsejaron tres entrantes a elegir, y un plato principal. Y la elección fué un acierto. Degustación de quesos de la tierra, tartar de salmon ahumado con gominola de mango, y unos bocaditos de sardina, templados, deliciosos. Como plato principal para cada uno de los dos comensales, bacalao y atun respectivamente. Ambos pescados perfectamente ejecutados y al punto, el primero con reminiscencias del exquisito pimentón de la Vera de Cáceres, y el segundo, dorado por fuera y muy poco hecho por dentro, para conservar todo su sabor y textura, acompañado con un rastro de mojo-picon, que le da un matiz muy divertido. Sorprende que en tierra de carnes contundentes se encuentren chefs con tan preciso dominio del pescado. Postres a la altura. En cuanto al vino, por copas, un tinto "Habla del Silencio", muy digno; y un blanco ligeramente dulce, correcto; ambos de la tierra, que para eso estábamos en Extremadura.
El resultado: Buena calidad del producto, soltura técnica y ciertos rasgos de creatividad, que sin llegar a alcanzar la excelencia de los grandes presagian lo mejor, de seguir por esa linea.
Lugar en definitiva muy recomendable, y a un precio ajustado, lo que también hay que tener en cuenta.