Un oasis de calidad en el desierto andorrano

Buscábamos un restaurante tranquilo y de calidad en pleno puente de la Constitución y en una Andorra llena hasta la bandera. En una licorería de la cale principal nos indicaron este restaurante.

Restaurante únicamente de 7 mesas y un sólo turno de comida. Por suerte reservamos la última que quedaba.

De aperitivo tomamos una copa de champagne francés con pequeños aperitivos de foié.

El primer plato fue una pizza Gínjol, de cebolla tierna, rovellones, brie de meaux jamón de pato. La decoración del plato era más que correcta.

El segundo era un fuagrás a la paella con "chutney" de zanahoria y naranja y jamón de pato.

El postre, tatin crujiente de plátano con ron y helado de menta.

El trato es fantástico y la comida bien servida y muy buena. El servicio del vino es perfecto y bien asesorado.

En definitiva, ya tengo restaurante cuando vaya a Andorra. Un placer haber hecho este descubrimiento.

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