No entiendo el comentario anterior. Es un lugar de referencia en la zona, enclavado en uno de los mas bellos parajes que existen, los Picos de Europa. La comida puede prersumir de algo que el resto no; TIPICIDAD. Si alguien ha visto un cocido mas auténtico, que me lo comunique. Hasta aquí todo OK. Pero los vinos....ahi los vinos. Jo..er, no entiendo ese tintocentrismo, mal!!!! pero lo respeto. Carta muy escasa. Servicio correcto. El comentrio anterior creo que se ha pasado, y mucho.

Entre Espinama y Potes se encuentra este restaurante ubicado en los bajos de un precioso Hotel, rodeado de un magnifico jardín y un entorno que invita al sosiego y paseo.

En su interior la cosa cambia, un diploma colgado de la pared haciendo mención a una medalla de plata a la excelencia turística de 1980, confirma que necesita una remodelacion urgente, pues 27 años tanto en el mobiliario, como en las instalaciones pesan y se hacen notar. Las camareras y personal ataviados con los trajes típicos de la zona, supongo, rozan la horterada. El servicio aunque amable y atento poco profesional, pero mas o menos cubre las necesidades.

Vajilla Villeroy y Bosch del año la nana, y coperio barato.
Carta de vinos mal estructurada y clasicona, y como es normal por esas tierras dando mayor importancia a Riojas y Riberas.Flojo servicio del vino y servido a temperatura ambiente.

La comida lo de siempre por aquí anchoa de Santoña rabas chopitos cocido lebaniego de los mas secos y peores que hemos comido en la Liebana. Se nota que estuvo aguardando en la mesa caliente hasta su servicio, pero es normal que los sabores caseros desaparezcan en restaurantes con tanta capacidad y que dan varios turnos

En las ensaladas se ven ciertos destellos d modernidad pero solo sobre el papel de la carta, en mesa resultan barrocas sosas y aburridas

Otro restaurante Cántabro que no sabe trabajar el bonito, lo pedí poquísimo hecho y tuve que hechar mano del palillo.Postres pesados empalagosos aburridos y dejados caer en el plato y a cinco euros mas IVA Solo se salva de la quema el merlot de Viñas del Vero, lastima de su mal servicio e inadecuada temperatura. Elevada RCP 40E.comensal Fuimos por el cocido lebaniego y reconfirmo que el mejor cocido de la Liebana lo hace una Holandesa afincada en Potes, en su restaurante llamado el refugio y encima lo ofrece en el menú diario

Con todos los respetos hacia Vtraver esta ha sido mi experiencia
En el refugio y en el fogón de chus, ambos en Potes el cocido esta mucho mejor, igual usted prefiere cantidad a calidad

En este precioso hotel, rodeado de un paraje impresionante he tenido la ocasión de disfrutarde una más que copiosa comida.Me sirven cocido liebanés y Dios mío, de ahí pueden comer hasta tres; pero está estupendo. Mi acompañante se pide un chuletón que hasta hago fotos de lo grande que es. De postre tarta de queso casera, muy, muy rica... lástima llegar al final en estas condiciones. Muy recomendable, y un precio estupendo.

Mi experiencia: muy recomendable. Imprecindible reservar. Las raciones son enormes. Sopa de cocido para dos: Sopera con 6 platos colamdos. Las chuleillas de cordero algo grandes pero habría una docena más o menos. El chuletón, del tamaño de un portatil, recomiendan empezar por el centro que es lo mejor porque están acostumbrados a ver cómo la gente no puede más. Una carne muy rica, de calidad. La guarnición, patatas y pimiento rojo, se sirve en una fuente aparte. La tarta de limón es en mi opinón un postre imprescindible.

Disfrutamos mucho de un excelente y muy abundante cocido "liebanés", típico de la zona. La carta de vinos es regular, con riojas y riberas sobre todo. Los postres espectaculares. De obligada visita si se va por la zona, aunque conviene reservar con antelación. El paraje donde se ubica es excepcional.

Excelente cocina cántabra, basada en las buenas materias primas. Tomamos como entrante sardinas marinadas, y posteriormente rabo de novilla estofado y cocido lebaniego, ambos magníficos.Las raciones son muy generosas, sin llegar al extremo de Casa Cayo.
Carta de vinos correcta, decantandonos por un Montecillo Reserva de 1995, tomado en copas decentes y a su temperartura; en todo caso el establecimiento no destaca por sus vinos, sino por su comida.
De postre, tocino de cielo, muy bueno.
Correcta relación calidad precio, 65 € dos personas, aunque hay cosas que no se entienden como que te cobren 2´20 € por dos trozos de pan.
Imprescindible reservar.