Como cuenta Dani no va más allá de un bar de pueblo. Local amplio y algo desangelado, con mesas de formica que eso sí, están bastante separadas. Tapetes de papel. Copas mejorables y una selección de vinos que se limita a unos pocos vinos por copas y a frascas de vino local (destacando el trasiego por el local de pálidos rosados). Cocina sencilla, con raíces borgoñonas, en la que la mostaza era la protagonista (sin que los sabores estuvieran descontrolados) y donde se come por un precio más que razonable.

Este es el restaurante/bar de una pequeña población de la Borgoña, con el encanto especial de disfrutar de una comida típica, sencilla pero bien elaborada, en un entorno rural y rodeado de las gentes del lugar, en su mayoría, los viticultores que trabajan los viñedos míticos de la zona.
Tras nuestra a visita a la bodega de Bruno Clair, éste nos recomendó dicho restaurante, así que aquí nos plantamos a comer el menú del día. Menú correcto de sencilla elaboración donde las carnes destacan sobre los pescados y las salsas cubren todo tipo de platos. Bastante correcta la carne de cerdo con salsa de Dijon, una salsa de mostaza muy suave que encajaba perfectamente con el cerdo, bien cocinado y jugoso.
La carta de vinos es una escueta lista de diez referencias escrita en una pizarra que pende de la pared. Vinos sencillos de calidad media que hacen que comas más que dignamente en un pueblo apartado del interior de Francia.

Una buena opción si se visitan algunas bodegas de la zona.