Alentado por la buenas criticas en Verema y porque queríamos ver el museo que lo alberga, nos acercamos a Arqua. Han cambiado el formato, ya no disponen de carta sino de 2 menús cerrados a 20 y 25 euros, bebida aparte. Carta de vinos corta e irregular, el mejor cava era el Gramona Brut Imperial, que fue el que pedimos, y cuya añada no estaba muy allá, pero acompañó correctamente la comida. Pedimos agua también.
De entrantes: ensalada de tomate y lechuga con una salsa pimientos (poca cosa) y sopa fría de tomate (muy buena). Después otros entrantes tipo oriental: rollito vietnamita y otro rollito de fideos de arroz con salsa agridulce (correctos, nada originales).
De principal, lomo de salmonete con crema de coliflor (muy bueno)y arroz con bogavante (insípido). De postre, crema de chocolate (tipo La lechera), yo no pude tomar postre de carta porque el cocinero no sabía si llevaban frutos secos los dos postres que tiene, y yo le dije que era alérgico. En su lugar me dieron una mandarina. Que cada uno lo valore.
20 minutos entre plato y plato, y eso que solamente eramos tres mesas en el amplio salón. Servicio muy lento.
Raciones muy escasas
Precio: 69 euros
No es caro pero sumándolo todo, no volvería.
Mi primera impresión al examinar la carta fue estar ante un quiero y no puedo y, francamente, no abandoné preso de mis temores el local porque me había comprometido con mi invitada.
El local, moderno, diáfano, con buenas vistas...pero con decoración quizás simplista y extraída de algún catálogo de alguna anodina tienda gargantuesca.
La carta. NO engaña; son platos arriesgados pero resueltos con certeza; los precios desorientan, pero son correctos; entrantes como el carpaccio de gamba roja (arte comestible, sensacional guarnición que enmarca el carpaccio en sí y que eleva un plato sencillo a "algo más") o los tallarines de calamar con habitas y salsa romesco (que son eso mismo), hacen que te enamores del local. Los segundos, a mi entender más irregulares pero no obstante mejores que la oferta general de la zona, notables. Postres curiosos.
El servicio de sala, voluntarioso y amable pero mejorable, desde luego. El servicio de vino...quizás lo peor; a una selección de vinos corta y con grandes lagunas se une un personal no familiarizado con ésta.
Pero en resumen, una buena experiencia de la que no me arrepiento. Volveré.
Pablo Martínez, que durante algunos años llevó adelante las cocinas del Parado del Mar Menor, se ha instalado desde fiales del mes de Marzo en lasinstalacione del museo Arqua.
Pablo es un cocinero sensato que practica una culinaria bien elaborada, que ofrece producto, y no trata de dar saltos ni grandes sorpresas. Un viaje hacia el producto diário que Pablo encuentra en el mercado de Santa Florentina.
En la comida realiza el día martes 15, probamos, un chupito de calabacín y carne. Chipirones a la plancha, quisquillas marinadas, manitas de cerdo con alubias, sardinas marinadas con crema de coliflor. Y de segundo presa ibérica, el plato que bajó algo el nivel, salmonetes y lecha.
Todo bien elaborado. No se pretende un reaturante de alta cocina, sino de cocina justa, para repetir en una ciudad que cada vez cuenta con propuestas más interesantes.
Merece la visita, disfrutar del atento servicio, de una correcta carta de vinos, y de unas inmejorables vistas sobre el puerto de Cartagena.
Restaurante del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (http://museoarqua.mcu.es/).
Ubicado en el muelle cartagenero con preciosas vistas sobre el puerto y bahía de Cartagena.
Entrantes: Pastel de txangurro con frutas, ensalada de quesos con tomate seco.
Platos: Canelones de lubina con crema de mejillones, Bacalao con crema de pimientos y ajo.
Postre: Tocino del cielo con caramelo de kikos. Copa de tinto dulce. Café.
Bebida: Con 30º en la calle a las 22 h. no apetecía el vino. Bebimos buena cerveza.
Buena materia prima y precio.