A pesar de ser un día desapacible, con lluvia y viento, era un continuo de personas pidiendo mesa presencialmente y el teléfono no paraba de sonar.
Afortunadamente había hecho la reserva el martes para el mediodía del sábado, me comentaron que era la última mesa disponible, este fue mi plan B puesto que el mismo día pedí mesa en otro restaurante de una población cercana para el sábado y me dijeron que estaban completos y me ofrecían lista de espera
Es evidente que los locales con buena oferta tanto de producto como de precio gozan de buena salud y han superado con nota la crisis que les generó la pandemia.
Los primeros fueron compartidos
-Alcachofas fritas cultivadas en Tarragona, excelente la fritura y muy tiernas, generosa ración.
-Fritura de morralla (surtido de diversos tipos de pescados de pequeño tamaño), resaltar nuevamente la calidad de la fritura, nada aceitosa.
Seguimos con
-Arroz de calamares, almejas y alcachofas servido en paellera que dejaron en la mesa para que nos los sirviéramos nosotros mismos, muy bueno, nunca nos han fallado con el arroz fuese del tipo que fuesa.
De postre compartimos un coulant de chocolate acompañado de helado de vainilla y una ciruela confitada al ron.
La carta de vinos es corta pero bien seleccionada nuestra elección fue una garnacha blanca de la D.O. Terra Alta, Ilercavònia elaborado por Altavins Viticultors en la población de Batea. El servicio consistió en presentación, descorche, cata, primer servicio y algún relleno ocasional en función de la presencia cercana de algún camarero cerca de nuestra mesa.
Terminamos con dos cafés.
El servicio capitaneado por Astrid que ejerce de jefe de sala fue bueno y eficiente, un restaurante al que hace ya bastante años al que acudimos con una cierta regularidad y siempre hemos salido satisfechos y que sin duda visitaremos en una nueva ocasión.