Adaptado a los tiempos que corren

Y no sólo en lo que se refiere a la decoración y mobiliario, la cual ha sido cambiada desde la última vez que estuve, convirtiéndola en una estancia amplia y cómoda, con espacio y distancia más que suficiente entre mesas, de lo que podía adolecer con anterioridad, no estamos ante una sala sofisticada y de diseño, pero sí bastante decorosa.

Pero sobre todo, el cambio se les ve principalmente en actitud, hemos pasado de un restaurante sin carta, con prisas, a veces un poco rudo en maneras, a uno en el que prima la cercanía del camarero, y en el que han ampliado el target del cliente, poniendo a disposición del mismo, desde los productos más caros del mercado -como el caviar iraní o las angulas-, a menús de grupos -o parejas- desde los 32 €, con todo, todito todo, incluído.

Como íbamos en familia, optamos por uno de estos menús para cuatro personas, a base de varios entrantes a compartir en el centro de la mesa, y luego un segundo individualizado entre varias propuestas, los entrantes consistieron en:
- Ensalada de bonito en escabeche con pimientos asados, sencillo, pero excelente atún, y mejor pimiento asado casero.
- Huevos rotos con jamón: típicos y correctos.
- Puntillitas con pimientos de padrón: buen producto, igualmente sencillez bien ejecutada.
- Esparragos a la plancha con -un poquito de- foie: una pena que se les pasase un poco de plancha.

Antes, pedimos fuera del menú una croqueta/ón de rabo de toro -1,85€- para cada uno, bastante rica, más suave de lo que esperaba.

De los segundos, disponibles no me enteré apenas, ya que al ver las manitas con cigalas se me nubló la vista, muy buenas, con su punto justo de picante, acompañadas de un par de cigalas de tamaño medio, y buena calidad, y de un huevo abierto por si no era suficiente. La única persona que se salió del guión, fue mi mujer que optó por unos chipirones a la plancha excelentes.

De postre, una selección de flanes, tartas de queso, tejas y trufas al centro igualmente. Normal.

Todo esto acompañado de buen pan, agua, Bracamonte Roble y los ya tradicionales de la casa chupitos de orujo tras la comida.

El total rondó los 170 € de 5 personas -una de ellas ya bastante mayor-, pero teniendo en cuenta que se trató del menú para 4 (a 30 € + IVA), que completamos con un plato extra de manitas y las consabidas croquetas.

Resumiendo, que el restaurante ha sabido reciclarse / ampliar su oferta, en un segmento más modesto de gastronomía de forma más que digna.

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