Definitvamente se me calló uno de los mitos de mi infancia. Años y años tomando bravas en este local lleno de ambiente bullicioso, especialmente en navidades. Como bien dice ramico, yo echo en falta su encantadora e interminable barra. Luego dejé de venir durante más de 20 años. Recuperamos este hito con mi chaval, y tras el clásico paseo por la Plaza Mayor para respirar aires navideños, parada en este local para seguir tomando sus clásicos. La última visita este mismo año tras dos de ausencia. Interminable cola en la calle para optar a una de sus incómodas y pequeñas mesas. Servicio este año con jóvenes inmigrantes con problemas de idioma en nuestro caso, voluntarioso pero poco eficiente.
Esta vez tomamos para los tres:
- 1 de patatas bravas: Las recuerdo de hace apenas dos años crujientes por fuera y cremosas por dentro. Ni una cosa ni la otra. La salsa brava ya ni siquiera la recuerdo como antaño (me resulta más light). ¿Habrá cambiado mi paladar?
- 2 tortillas de patata (individuales): Ni de lejos las de unos años atrás. La patata como triturada y carentes de sabor.
- 2 de orejas bravas: Lo mejor sin duda. Muy bien pasadas por la plancha, sueltecitas y crujientes que no chamuscadas.
- 1 de alitas bravas de pollo: Siguen haciéndolas bastante bien, con la piel crujiente y la carne jugosa.
De beber, tres cervezas de medio litro bien tiradas y fresquitas, y dos refrescos.
No creo que en este local se deba puntuar el servicio del vino aunque alguno comercial hay en la carta.
Precio total: 46.55€
Nota: Hoy en día ya tienen varios locales en Madrid. No sé si son franquicia.