Lugar excepcional, Gastronomía excepcional.

Fue una noche de deleite; texturas, contrastes, atenciones y ambiente especial en una noche gallega especialmente calurosa.
La decoración del local es exquisita. El trato del personal va en consonancia: amabilidad y atención cuidada en un permanente y discreto seguimiento durante toda la cena.

De entrada, un aperitivo: Huguet Brut Nature 2007 y empanada de maíz con carne. Perfecto para abrir boca. Después empezaron los aceites, sales y mantequillas. Pedimos el Menú “Los Clásicos”, un recorrido por la gastronomía de Silabario desde su inicio.
Excelente regularidad en la calidad y placer sensorial de todos sus platos. Quiero destacar especialmente tres: el arroz cremoso de carabinero y codium (daba la sensación de estar en una taberna de un pueblo de pescadores; sabor intenso, ligereza en la textura...una maravilla. Y el carabinero al punto...otro placer), el huevo cocinado a baja temperatura con centollo de la ria, buenísimo, y el pan de pueblo embebido en leche cruda, fruta de la pasión y vainilla, apoteosis absoluta del equilibrio de sabores que consigue no solo el orgasmo culinario de quien lo prueba, sino la categoría de “mejor torrija de todos los tiempos” por la mayoría de los comensales de la mesa.

Tuve la suerte de que me sirvieran una copa de La Bota de Amontillado Nº 31 (me parece un lujo extremo poder tomar este vino por copa!!), que acompañó a la perfección el compendio de sensaciones del pan de pueblo.
El servicio del vino fue extraordinario; el vino -un Castaño Colección Cepas Viejas 2005- estaba espectacular. Carta de vinos seleccionada con muy buen criterio; relación calidad-precio de todos los vinos, excelente, algo que se echa de menos en la mayoría de los restaurantes. Una mención especial a la selección de espumosos. Chapeau!

En definitiva, una experiencia extraordinaria y gratificante, que desde luego merece nueva visita en breve.
En la cima del grupo NOVE.
Bravo.