La excelencia de toda la vida

Supongo que la baja puntuación de este restaurante se debe a que se ha convertido en un fijo para muchos de nosotros y en tal referente que damos por hecho que se encontrará entre los más valorados. Pues bien, grave error y menudo descubrimiento el mío. Me dispongo a enmendarme, pues.

He acudido en al menos 6 ocasiones a este restaurante, un clásico entre los clásicos y poseedor de ese fantástico ambiente burguesote y un tanto rancio que tanto nos gusta a algunos románticos.

Por supuesto, entre nuestra elección no podía faltar el Steak Tartar, para mi gusto, el mejor de toda la ciudad. Nunca lo consiguen superar. Además, y para aquellos que todavía no habéis ido, te lo aliñan al gusto, incluso si eres de estos que, como yo, disfrutan llorando con el picante.

De entrante pedimos el foie, nada del otro mundo, pero correcto. No recuerdo con qué nombre aparecía en la carta, pero se trataba de una mousse.

Y de postre, la maravillosa pirámide con barquillo y chocolate caliente. Lo mejor: que te dejan el cacito del chocolate y te lo puedes repelar tanto como quieras. Una gozada.

No podía obviar tampoco el maravilloso servicio del vino (pedimos dos botellas de Viña Ardanza que volaron) ni que el camarero olió disimuladamente el tapón para cercionarse de que estaba en buen estado. Son los mismos de siempre, atentos, discretos y pendientes absolutamente de todo.

Sin duda volveré y espero que mi puntuación sirva como precedente para que a otros muchos a los que os gusta dejéis una buena valoración. Porque se lo merecen.

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