Conseguir lo que se ha conseguido en este local no es nada fácil en cuanto a decoración y atmósfera se refiere. El local respira cierto aire francés aunque lo que realmente encontramos es una estancia que es una prolongación de la personalidad del dueño (imagino que François) que tan bien nos atendió. No es que sea un sitio cómodo, casi diría todo lo contrario, pero se respira una atmósfera cómoda y relajada en la que te sientes a gusto, como a gusto te sientes con la conversación del siempre atento encargado de sala.
La carta es corta, netamente francesa y los platos suenan muy bien, además de las explicaciones que te puedan dar de cada uno de ellos. El problema es cuando llegan a la mesa... Unos caracoles a la borgoñona de pequeño tamaño y no demasiado bien elaborados, secos y con escaso sabor. Un sencillo crep de queso con unos taquitos de magro bastante correctos y un foie micuit casero que no acabó de convencernos ni en sabor ni en consistencia. Cada ingrediente se desmembraba del conjunto y destrozaba cada medallón servido, lo que no hubiera sido demasiado problema si hubiera estado bueno de sabor. Como plato principal nos decantamos por un estofado de carne a la borgoñona con una carne muy dura que casi era imposible cortar con el cuchillo, afortunadamente mis premolares y molares hicieron ese trabajo y pude comerlo, acompañado eso sí de una salsa muy rica con la que se hacía algo más fácil engullir el plato. El postre no estuvo mal y al menos nos fuimos a casa con buen sabor de boca.
La carta de vinos es bastante interesante, pues la oferta francesa es muy asequible de precio, por ende, son vinos muy sencillos pero diferentes, así que te apetece probarlos y acompañan bastante bien. Copas para olvidar.

Lo dicho, una verdadera lástima que la cocina no esté a la altura de las circunstancias, porque el ambiente desenfadado del local y el propietario lo hacen un buen restaurante para ir con amigos y disfrutar de una velada agradable. Querría pensar que tuvimos mala suerte pero que ni un solo plato nos convenciera hacen que dude mucho de esta posibilidad así que, si vuelvo, será dentro de mucho tiempo.

Restaurante con auténtico sabor francés (mesas muy juntas y estrechas, con un estilo decadente que llaman "grandeu" o algo así) que se caracteriza por raciones no muy abundantes pero muy exquisitas. Al ser mediodía, y tener algo de prisa, nos decantamos por el menú, elegiendo ostras y, como no, pato. De postre pudin de ciruelas. El vino que nos recomendó Francois del valle del Loira no estaba mal, aunque falto de cuerpo. El ambiente y el trato muy acogedor e íntimo. Si tienes nostalgia de Francia es una muy buena opción.

En pleno centro de Valencia se encuentra este pequeño bistrot francés justo al lado de ya todo un clásico en nuestra ciudad.
La comida muy correcta a base de crepes, ensaladas, los consabidos confits y magrets, boeuf bourguignon, etc.
Más de veinte referencias francesas en tintos, menos en blancos y posibilidad de pedirlos por copas.
Temperatura del vino y coperío inadecuados.
Buena RCP.
No se puede fumar.
En resumen, un local informal en el que se come muy correctamente.
Para repetir.

Agradable restaurante de cocina francesa, ciertamente desordenado (cuadros, libros y objetos por doquier) lo que le confiere cierto encanto, aunque deberían controlar un poco ese desorden para que no se les vaya de las manos (grifos de cerveza al lado de mesas, cajas apiladas, etc...).
De entrantes: crepe de marisco, quiche de pimientos y tian de verduras, todo ok. Bien los segundos: dorada y blanquette de cordero, algo cargado de salsa. Correctos los postres: profiteroles y crepe de chocolate.
Carta de vinos con bastantes referencias francesas y algunas de la terreta. A mejorar, aparte de lo dicho anteriormente, la calidad de la vajilla y las copas. Atención amable y platos saliendo sin retraso. Buena RCP, sobre 30 euros por persona.

Restaurante agradable que he descubierto casi de casualidad antes de ir al teatro Olympia (está al lado). Atmosfera agradable, con techos altos y muebles de madera, cuadros de Paris, música francesa y una carta dominada por platos típicos franceses. François es un simpático anfitrión, con excelente sentido del humor. El bistrot lleva funcionando desde 2004. La carta de vinos es original, con interesantes sugerencias francesas, que al parecer importa el propio propietario. Probamos un Muscadet del 2005 (18 euros) que invitaba a beber con facilidad, fresco, auténtico y nada pretencioso. Las copas deberían mejorar. De entrantes, unas ensaladas y luego una buena lubina. Precio: 22 euros por persona, sin postres. Un lugar para repetir.

Local acogedor, pocas mesas y ambiente agradable, cálido. Trato educado y cercano del propietario y los camareros. Cocina interesante, aunque sin grandes diseños (se agradece a veces) crepes, carnes de diversos tipos (el pato no falta), y quesos. Buena selección de vinos, 95% franceses, de diferentes zonas. Poca cantidad pero interesante para no-expertos. en vinos nacionales, todos de la zona. sorprende encontrarse como blancos el Impromptu, o el Bilogía en tintos. Precio con vino unos 30 euros. Se puede repetir... lástima de copas. Supondría un plus importante.