Restaurante Alejandro en Roquetas de Mar
Restaurante Alejandro
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
60,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
lunes
Nota de cata PRECIO MEDIO:
80 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.4
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
8.3
Comida COMIDA
7.9
Precio medio entorno ENTORNO
7.9
RCP CALIDAD-PRECIO
5.6
Opiniones de Alejandro
OPINIONES
7

Bueno pues mi experiencia aqui este 14 de frebrero la verdad q la comida buena, cosa distintas y variacion de platos en el menu, pero el tiempo de espera entre plato y plato una exageracion, venga mojar pan en aceite q pusieron, entre a las 21:45 y salimos a las 2:00, mas de 4 horas para cenar un menu. Fatal, fatal el tiempo, y para traer la cuenta por lo menos 3 veces la pedi 20 minutos, y lo mismo con todos. En fin la comida 10 pero el tiempo lo a estropeado todo un 0.

Recién estrenadas las vacaciones de verano del 2010 (sé que la crónica llega un poco tarde), y aprovechando nuestra estancia en la costa almeriense, nos acercamos a Roquetas de Mar para probar el segundo restaurante con estrella michelín de la provincia de Almería, después del ejidense La Costa.

Alejandro, según su propia definición, es un apasionado del mar y sus productos y pretende hacernos llegar una cocina sencilla, basada en su conocimiento de la cocina tradicional de su tierra (y sobre todo de su mar) y en el que la materia prima es el elemento principal. Alejandro trabaja producto de temporada, principalmente el que los trasmallos traen a la lonja de Roquetas de Mar cada día.

El restaurante, situado en el puerto de Roquetas, es elegante y tranquilo, tal vez incluso demasiado la noche que estuvimos. El propio Alejandro toma nota de la comanda, en el que pedimos un menú degustación que incluyera el milhojas de calabacín, foie y queso de cabra.

Empezamos con unos snacks servidos en un plato de pizarra:

Regañas con salmorejo: espesito en su punto (para los que lo hagan habitualmente, saben que no es fácil de conseguir) y acompañado de un pan 100% crujiente, la regañá, típico de la zona.
Bocadito de jamón y espuma de raf: una especie de fina masa brisa con sabor a jamón y espuma del tomate más famoso y cotizado de la huerta de El Ejido. Tortillita de camarones: nuevo plato de la tierra, en este caso, andaluza, muy crujiente y rico.

Sopa de patata con arenques y tomates sechées: empezamos los entrantes con un producto típicamente nórdico, el arenque. Tengo que decir que no son santo de mi devoción desde que me comí un plato de arenques marinados preparados de diferentes maneras en el Marriot de Copenhague hace más de año (tenían mucha carne para estar tan crudos y costaba masticarlos), aunque en este caso y, afortunadamente, no tuvo nada que ver. La “sopa” que los acompañaba, muy cremosa y ligeramente ahumada. Un buen plato para empezar a abrir boca.
Milhojas de calabacín, foie-gras y queso de cabra: bien, aunque encuentro que el calabacín, del que había varias capas, tapaba demasiado el sabor del resto de productos.

Ostra con ceviche de ruibarbo: en este caso me tocó ración doble ya que Ro no me suele acompañar con la degustación de este molusco. Riquísima la ostra y el marinado, aunque con las ostras me suele pasar como con el sashimi de toro, que no distingo el bueno del excelente.

Sardinas marinadas con ajoblanco malagueño y uva: sin duda el que más me gustó, la sardina, simplemente marinada, llenaba el paladar con ese sabor tan particular que le caracteriza. El ajoblanco, sopa fría hecha a base de almendra, ajo y miga de pan principalmente, era suave y untuoso y fue un perfecto acompañante. También llevaba huevas de pez volador como guarnición. Si hubiera que ponerle una crítica sería su parecido visual, que no de sabor, con el plato de arenques.

Migas de mi abuela, gamba roja y “caldo quemao”: sin duda un plato hecho para los puristas amantes del pescado. El producto, excelente, el punto de cocción, muy al límite, prácticamente cruda. Reconozco que me hubiera gustado un pelín más pasada y Ro incluso no la disfrutó tan cruda. Fue una pena porque la gamba era de categoría superior. Las migas, muy almerienses, son un muy buen acompañamiento para cualquier pescado.

Lomo de lisa, “ajo colorao” y jugo de pimientos asados: nos pasó un poco lo mismo que con la gamba, el punto de cocción se quedaba un poco corto para nuestro gusto y, aunque personalmente me gustan la carne y el pescado poco hechos, en este caso me resultó demasiado, ya que al masticarlo en vez de deshacerse se queda un poco chicloso. Tal vez fuera por la carne de la lisa, pero debo decidir que no me acabó de convencer. El acompañamiento, el ajo colorao, es un guiso típico del sureste de Almería compuesto por raya, patata, ñora, pimentón y azafrán. En este caso el color era blanco por lo que supongo que será una adaptación de Alejandro del original. Nuevamente se repite la estética del plato de los arenques y el de las sardinas, es decir, pescado o marisco sobre una base de una crema o sopa blanca. Como dice la expresión, dos son compañía, tres son multitud.

Pollo de cortijo con cameroni y trufa de verano: después de la remesa de diferentes pescados, llegó la carne en forma de pollo de cortijo. Se trataba de una especie de roti de pollo compacto de textura un poco complicada de masticar junto con un macarrón con relleno de trufa. Fue un tanto decepcionante, me esperaba otra cosa de sabor y originalidad.
Bizcocho de cacao, ron agrícola, plátano y garrapiñados: postre para los muy chocolateros con cacao de elevada pureza, acompañado de helado de plátano y garrapiñados cubiertos de cacao. Bueno aunque sin sorprender, eché en falta un postre más fresco para desengrasar, y más si cabe teniendo en cuenta que era agosto.

Petits fours: había un dadito de fruta de maracuyá, una magdalena de arándanos, una nube de naranja y un bombón de chocolate blanco y tequila.

Al final se acercó Alejandro para preguntarnos por nuestras impresiones, pero no surgió el contexto para comentar con él nuestra decepción con algunos platos. Me hubiera gustado ya que me han hablado muy bien de él y seguro que nos hubiera explicado el por qué de algunas cocciones y combinaciones. Otra vez será, ya que espero darle otra oportunidad, empezando por dos locales que ha abierto de tapas, el Bacus, en Aguadulce, y el recientemente estrenado Plaza Vieja Alejandro, en Almería capital.

Como habréis podido comprobar, la cocina de Alejandro gira en torno a la materia prima del mar, que trata de acompañar con mimo pero sin excesos técnicos, con numerosos guiños a la cocina tradicional andaluza.

El precio de la cena fue de unos 120 euros, creo recordar. Bueno si tenemos en cuenta la intención, regular si tenemos en cuenta la expectativa que me había generado.

Como es costumbre, las fotos del evento las podréis ver en:
http://adostiempos.wordpress.com/2011/05/30/alejandro-los-sabores-del-mar-almeriense/

En definitiva, no sé muy bien qué nota ponerle ya que tuvo claroscuros. Prefiero darle el beneficio de la duda por el momento y pensar que, por un lado, tuvimos mala suerte con el plato de pollo y que, por otro, el punto de cocción era el adecuado para estos productos y que, cuando mi paladar esté más curtido en estas batallas, me encantará comerme el pescado casi crudo. Sé, por ejemplo, que sería un buen sitio para mi padre y mi suegro, grandes amantes de la cocina del mar de baja cocción, así que ya tengo excusa para volver.

Por fin pudimos ir a cenar a Alejandro, tras mil planes no realizados. La cena estuvo a la altura de nuestras expectativas y más. No solo es que la cocina sea fabulosa, es que el ambiente y el servicio lo situan claramente por encima de cualquier restaurante de la provincia (por lo menos de todos los que yo conozco).
El aperitivo empezó por una manzanilla de La Bota de Manzanilla "Las Cañas" y de ahí subiendo. Marc Hebrart Brut Premier Cru para brindar, y para el resto de la comida mi godello preferido: Gaba do Xil 07. Extraordinario carpaccio de pez limón, más que correcto balalao y soberbio ceviche de ostras. Tras los maravillosos quesos, Dracula (¡cuantos recuerdos de los 80!) y mousse de galleta. Infusiones y mil detalles que jalonan la cena y hacen que quieras volver otra vez.
Un pero pequeñiiito: el ambiente es mejorable a poco que le eches imaginación... aunque la vista de la cocina compensa, francamente. Un 10 para Alejandro y todo su equipo.

Es la primera vez que entro en un restaurante con una estrella michelín, aunque en anteriores ocasiones he podido disfrutar de otros con algún "sol de la guia campsa-repsol". Yo, que soy de buen comer, prefiero otros establecimientos más convencionales. Sin embargo, el hecho de vivir cerca de Alejandro no me dejaba impasible y casi sentía la obligación de ir algún día a hacerle una visita. Sólo necesitaba encontrar algún día especial para celebrarlo y así nos decidimos (mi esposa y yo) el pasado viernes. A Alejandro le conocí hace más de 10 años cuando trabajaba en "El Bocacho", restaurante ubicado en El Parador (Roquetas). Éramos asiduos clientes suyos, y el restaurante, una de las referencias en la provincia. Cuando cerró, le perdimos la pista durante bastante tiempo.
No hace mucho descubrí el nuevo restaurante navegando por Internet y me llenó de alegría saber de nuevo de él.
Y tras la introducción he de decir que el hecho de conocerle desde hace mucho tiempo ya supuso que mi visita estaría condicionada por una cierta predisposición a comparar lo que me iba a encontrar con lo que ya conocía antes.
La cuestión es que nos decantamos por el menú degustación con marisco. Compuesto por varias entradas, dos platos de marisco, un pescado, una carne y postre. Antes unos aperitivos y al final los clásicos petits fours. Para acompañar el pescado un albariño y un bierzo para la carne; en el postre un PX.
Todo fantástico, el servicio, para mí, el mejor en el que he estado. Todos los platos bien explicados, el vino servido correctamente, y un detalle que nos sorprendió: Alejandro tras indicarnos que la base del menú era pescado y marisco, nos preguntó si había algún ingrediente o alimento que no nos gustase que se lo indicáramos. Hicimos por tanto un modificación en uno de los menús y lo dejamos según nuestras preferencias, por lo que los dos menús no fueron exactamente iguales.
Al final he de reconocer que acabé lleno pero sin la sensación de hartazgo, lo cual me hace valorar aún mucho mejor el trabajo de este joven maestro.
En definitiva, una experiencia que no olvidaré y que espero volver a repetir.

Este año ha recibido una estrella Michelín, y volvimos para repetir la experiencia del verano. En esta ocasión tomamos el menú sin marisco (40 euros persona).

Alejandro nos comentó lo que llevaría, y le pedimos que nos cambiara 'su visión del pulpo' por otro plato, en este caso unas espinacas 'esparragás' con gamba roja, que lleva una especie de caldito de pescado. Otros dos entrantes que fueron un guiso de lentejas con navajas ahumada, y unos arenques con tomates y ajoblancos. Previamente había un aperitivo con unas sardinas muy poquito hechas. La carne fue una deliciosa paletilla de chivo malagueño asada a la miel, con cous-cous y tandoori, y un wasabi de atún. El wasabi a quien le guste supongo que sería una esquisitez, pero no era nuestro caso. De hecho se dieron cuenta y tuvieron el detalle de utilizar la plancha.

Todos los menús incluyen unos snacks de aperitivo y petit fours de postre, en nuestro caso lo que llaman 'bocadillo' de jamón, unos panecillos llamados legañas con salmorejo, la croqueta de jamón, un trocito de jibia...
Los petit fours, muy ricos, una yema de Santa Teresa, nube de lima, un bizcochito de café envuelto en chocolate con queso fresco...

Tomamos una botella de Juvé & Camps Brut Rose y otrs de Finca Sandoval, muy bien los dos, servidos con la profesionalidad que recordábamos de la visita anterior.

Mejor este menú que el anterior, aunque he de decir que en un menú degustación poner sardinas, atún, arenques y gambas, todos ellos poco hechos, es quizá arriesgar mucho. Aconsejo 'negociar' a fondo el menú con antelación.

El entorno, servicio y el trabajo del personal sigue siendo igual de bueno.

Me resulta realmente complicado realizar una valoración en este tipo de restaurantes. Voy a realizar un intento por ser justo con toda la experiencia aquí vivida, tratando de dar una visión lo más objetiva posible.

Ubicación: a la entrada del puerto de Roquetas de mar, en una calle que las veces que he ido no he tenido ningún problema para aparcar.

Entorno: me ha resultado muy cómodo y agradable, buenas sillas, una decoración relajante, un hilo musical variado... Dos salas para dividir a las personas inteligentes de las que aún nos resistimos a dejar el lamentable vício del tabaco, en mi caso de los buenos cigarros puros. Cenamos en la de no fumadores, desde la cual, se puede contemplar la cocina, pues está acristalada, con una puerta que se abre automáticamente. En la entrada a la derecha está la cava de vinos, con un pequeño mueble para los puros. Quizá la temperatura era un pelín elevada para nuestro gusto.

Servicio: impecable. Durante toda la cena (3 horas) atención a todos los detalles, muy profesionales, con explicación de cada plato. Al final de la cena Alejandro se interesó por como había salido el menú. Mención especial al servicio del vino, académico, (apertura, corcho, envinado de copa, servicio, decantado con la utilización de calor para la posible aparición de posos... etc). Tomamos Santa Rosa Reserva de 2002. La verdad es que me esperaba más de este vino. La carta es variada, si el presupuesto lo permite se puede uno dejar llevar por los grandes de Francia. Quizá yo incluiría alguno de 'mis chicos' predilectos.

Comida: a parte de la carta, tienen 3 menús degustación. Nos decantamos por el largo con marisco, (60 euros sin iva y sin bebida), que son 4 entradas, el marisco, una carne un pescado y el postre. Nos ofrecieron unos aperitovos: bocadito de jamón y tomate, croqueta de vichisoise, salmorejo con tosta crujiente y gazpacho de fresa con almejas, los cuales acompañamos con una cerveza un una copita de cava. Los entrantes del menú fueron: Milhojas de calabacín, foie-gras y queso de cabra, muy interesantes, Lasaña de sardinas marinadas con ajoblanco y cereza, peculiares pero ricas, aunque yo no las llamaría lasaña; Ensalada de zamburiñas y jamón ibérico con vinagreta de tomates secos, bien pero muy escaso; lo que llaman '¿pulpo a la gallega?', que lo sierven con helado de patata; este plato no nos ha convencido nada; a continuación el marisco, basado en 4 quisquillas por cabeza y una cigala abierta a la plancha para cada uno; bien, pero la cantidad no se corresponde con los 40 euros que incrementa el menú; el plato de pescado era una corvina limpia con bullabesa almeriense; de lo mejor; el plato de carne era Pastela de Pichón de Bresse con almendras; original. De postre Pan de especias, sopa de jengibre y helado de clavo y vainilla: bien. Dos mini-cafés con hielo y unos petit fleurs interesantes. Nos invitaron a 2 mojitos de parte de Alejandro, bonito detalle.

Conclusiones personales: no es el tipo de restaurantes que más me emocionan, pero lo respeto, por el trabajo que he podido ver que llevaban a cabo en la cocina, algo que no se les puede negar. Hay detalles que creo deberían corregir: 40 euros de diferencia de un menú a otro por 8 quisquillas y 2 cigalas, y algún plato sin conexión, como el pulpo. Me ha faltado un poco más de materia prima en todo el trabajo llevado a cabo, y en la carta de vinos habría que incorporar algún caldo con buena RCP. El servicio es difícil ponerle un pero. Pienso que dando un paso hacia atrás en cuanto al concepto de cocina moderna, (si es que lo es?), y dando otro hacia delante en cuanto a materia prima, ganarían una barbaridad.

Hacía mucho tiempo que quería ir a este restaurante. Alejandro Sánchez estubo durante un tempo en Las Chumberas, Aguamarga, y dió el paso a este moderno establecimiento, junto al puerto de Roquetas.
Cocina marinera basicamente, trabajando con lo que la temporada trae.
Mesa de siete personas. Largo menú con interesantes platos que juegan a veces a una cocina poco apegada a la tierra(cebiche de almeja o la ostra con cilantro y lima), mientras que otras veces toma la tradición como guía (gamba roja sobre migas de almerá.
El mar en todas sus expresiones (alga con navajuelas, o un salmonete en costra) con gran desrrollo técnico.
Carta de vinos muy correcta con vinos nacionales y vinos franceses (delicioso el champagne brice, 100€ pinot noire, que importa directamente la casa), tal vez algo elevada de precios, lo que puede hacer que el cliente se resista a introducirse en grandes vinos.
También los platos de carne alcanzan un notable tratamiento (extraordinario el pichón de bres)
Un restaurante que debe ser seguido con mucha atención y visitado por todos aquellos que pasen este verano (o en cualquier época) cerca de la zona. Sería tremendo que el esfuerzo como el que se realizan aquí no pudieran prosperar por la incomprensión de la zona y los tiempos que corren.
Aunque el resultado final es muy grato algo severo el precio resultante.

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