Un mal día

Debo discrepar de la opinión anterior, aunque tal vez el 27 de diciembre, domingo despues de Navidad, no sea el mejor día para valorar un restaurante de montaña como este.

Sólo 2 camareros para atender una considerable sala, dividida en fumadores y no fumadores, en la que los no fumadores, una vez más nos llevamos la peor parte, es decir el interior del restaurante, quedando los ventanales y vista a las montañas para los fumadores. Estaremos hablando por lo menos de 16-18 mesas, y ese número de mesas, no se atiende sólo con buena voluntad y disposición.

Demasiado tiempo de espera para tomar nota, y demasiado tiempo entre plato y plato. Entrantes correctos aunque escasos, no adecuan los platos al numero de comensales, sino que sacan las raciones tal y como las tienen preparadas. Eso obliga, a repetir comanda, en algunos platos, como las croquetas, o a limitarse a una mera prueba , como la sepia con habitas.

4 carnes y 4 pescados en carta. (contados, no es una forma de hablar)

Platos principales mediocres, como la pierna de cordero, que además salió con distintos grados de horneado. Tampoco destacó la fideua ni las milhojas de bacalao y berenjena.

Postres caseros, pero también poco elaborados. Decepcionantes los profiteroles rellenos de helado, en vez de nata.

Carta de vino muy escasa.

Al final, sensación de incomodidez. ¿Sabeis cuando en un lugar estás deseando pagar para irte porque se te está haciendo eterno? Pues eso.

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