Teruel existe.... ¡Y tanto!

Tras unos cuantos años sin pisar la bellísima zona del Matarraña aprovechamos un viaje de fin de semana para disfrutar de este bonito y buen restaurante. Cocina de mercado, platos tradicionales con diferentes toques de modernidad.... Selección de panecillos calientes. Carta de vino que no está nada mal, buenas copas y servicio notable, con conocimiento del género que manejan. Pedimos el menú de temporada para medio día y para el niño unas croquetas de pollo muy ricas y unas costillitas de cordero. Su postre una tarrina de helado de HaagenDasz. De vino pedimos un vino local, el Blanco Xadó, que me sorprendió muy agradablemente. El menú comenzó con una riquísima y refrescante sopa de tomates asados con helado de queso de oveja y aceitunas negras, sabores de siempre para una presentación moderna. De segundo ternasco de la Fresneda al horno sobre un lecho de patatas, cebolla y tomate. Un estupendo plato con el concepto de Km. 0 y del que disfruté por lo sabroso y la finura de la carne. El postre un flan de romero con salsa de naranja, de rechupete. Muy buenos cafés que además nos ofrecieron en el jardín del convento... Una delicia para los sentidos.

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