Recuerdo grato de unas vacaciones meditérraneas de 2012

En primer lugar, quede señalado que esta reseña debe retrotraerse a nuestras vacaciones en Tarragona del verano de dos mil doce. Les comprometimos al amable servicio esta recensión y aunque tardísimo, allá va...

Este recoleto restaurante se encuentra en un encantador rincón del entramado urbano de la muy bonita (y afortunadamente para el turista curioso muy "underated" ciudad antigua de Tarragona, para ser más exacto en el tortuoso entramado de la que fue judería medieval. Si ya de por sí el entorno es cautivador, no lo es menos el interiorismo de inspiración modernista del local, como veo han destacado ya otras recensiones precedentes.

Por la época, el ferragosto, el menú de verano nos invitó a degustar una ensalada de queso brie frito con compota de frutos rojos, que encontramos los dos comensales gustosa y muy bien presentada.
De principal, yo me decanté por un pescado azul de temporada, presentado de forma sobria a la vez que exquisita y esmerada. Mi acompañante se decidió, más conservadoramente, por unos escalopines de ternera correctos. Yo creo, sin embargo, que el punto fuerte son los pescados de temporada en este restaurante.

El remate fue un delicioooso postre, un hojaldre de pera con helado de chocolate. Muy fino !

El servicio de mesa fue en todo momento rápido y amable. Coincido con otros opinadores en que no había mucha concurrencia en las mesas. Claro que estamos hablando de agosto del dos mil doce y aún aporreaban los tambores más dolorosos de la crisis, ahora un tanto en sordina, aunque esto va para largo y el castigo del IVA a la hostelería es, cómo decirlo más claro, nefasto, cruel y malvado (¿¿¿han oído hablar nuestros des-Gobernantes de la existencia de la Curva de Laffer???)

Fue, en conjunto, una agradable sorpresa, que redondeó una estupenda semana vacacional en una Tarragona que no tantos turistas nacionales conocen como debieran (pareciera que nos toman la delantera los turistas rusos, y es que nos dejó verdaderamente sorprendidos la cantidad de ellos que se prodigaban, además haciendo turismo cultural con más aplicación que la proverbial de los japoneses, vaya).

La política de precios ajustada, unos 30 euros por cabeza, eso sí, no hubo capítulo de vinos, nos conformamos con dos refrescantes cervezas rubias.

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