Ubicado en un original local que lo último que parece desde fuera es un restaurante, como se indica en comentarios anteriores. Por motivos profesionales he almorzado varias veces, siendo ésta mi segunda cena en este local.

Cena x dos personas, viernes, 22:45pm y pocas mesas en el área general. La zona de fumadores a rebosar, lógicamente, puesto que las mesas en su mayoría redondas, son las mejores del local.

La cena consistió en:
Carpaccio de pulpo... muy finito, estaba rico aunque igual le faltaba algún aderezo o salsa.
Canelón de calabacín relleno de queso de cabra, cebolla caramelizada y algo más que no recuerdo... está bien, antes tenían otro canelón que me gustaba más.
Tataki de ternera... Muy buena pinta y mejor sabor. Muy bien. Recomendación fuera de carta.
Suprema de pollo relleno de queso y espinacas.... Muy bien también, es una de las especialidades de la casa junto con las hamburguesas.

Para acompañar tomamos un Ermita d'Espinells (€17,3) amén de una caña y agua. El servicio de vino, como en muchos sitios: Abrir, servir la primera, cubitera y si te he visto, no me acuerdo, salvo tal vez al servir el segundo plato, que nos rellenaron las copas. La carta de vinos es corta, las copas flojas.

Sin postres, cafés y orujos de hierbas (2) + Pacharán.

El servicio correcto, nos trasladaron de mesa a la zona de fumadores en cuanto fue posible.

Creo que es mejor con poca gente como esta última vez. Es un sitio para ir de vez en cuando, sobretodo si quieres/debes cenar tarde.

Restaurante fashion de diseño, raciones pequeñas y bien presentadas en vajillas elegantes.
Cocina de fusion, mediterraneo-italo-asiática. Su carta es bastante variada y completa. La cocina es vista, al igual que la bodega. La carta de vinos un poco limitada. Su tataki de atun es buenisimo. Al igual que la hamburguesa de la casa es imponente. Destacaría el solomillo con ceps y ñoquis al garnacha, delicioso.
Como postres el tartar de platano y galleta maria con salsa de dulce de leche.
Vino Beronia.

Restaurante ubicado en un polígono de Sant Cugat, ahunque una vez estás dentro no lo parece. Está distribuido en 2 plantas; la primera funciona como local de copas, y en la segunda está ubicado el restaurante. Buena separación de mesas y muy buena decoración.
La carta tiene buena intención, pero falla en la ejecución. Carta de vino correcta, pero con copas tipo arcoroc... Servicio realmente flojo y lo peor: El maitre cenando solo en una mesa cercana a la nuestra (a la 23:00)y servido por las camareras, que ya bastante les costaba atender las demás mesas.
En resumen: restaurante muy "cool", "fashion" o como quieran llamarle, pero falta mucha profesionalidad.