Acudimos tres amigos a la convocatoria anual del buey. Recepción muy acogedora, como durante toda la comida, con tres cañitas. Teniamos encargado el buey para cuatro pero un imprevisto nos dejó en tres; Borja ya tenía reservadas dos piezas y, con buen criterio y amabilidad nos preparó sólo una, indicando que a mitad de la deglución, nos consultaría por si queríamos la otra. Eso es saber tratar a la gente, no querer hacer clin clin. Bien por Borja!!
Bueno, pedimos una chuleta de buey y antes unos chipirones en su tinta y pimientos del piquillo rellenos. Ambos platos muy muy buenos. Luego el txuletón, que mirando la foto del buey daba penita, pero al degustarlo, la penita se convertía en gratitud: mejor que excelente, muy sabroso incluso en la grasa y muy bien hecho. Con eso nos quedamos bien, pensando en el postre. Aquí las luces y las sombras y el casi: mis compañeros pidieron las pantxinetas, que convinieron debían ser congeladas, con mal punto de hojaldre y de relleno, cada cosa como es. Yo pedí un poco de queso Idiazábal, que me gustó lo suficiente para pedirle la marca a Borja que, amable una vez más, quedó en mandármela por e-mail, lo cual desde aquí le agradezco. Como dicen los cubanos, tremendo queso! EXCEPCIONAL DE VERDAD
Una botella de Carmelo Rodero a precio ajustado y dos Baines y mistela invitación de la casa.
Lástima lo del postre de mis compañeros, porque es un restaurante que quiero repetir, fuera de las jornadas de buey, ya que las propuestas son muy atractivas. Y la atención de Borja y de su personal, amable, profesional y muy acogedora. Espero volver antes de un año, creo que lo merezco.