Equilibrio y calidad

Es un restaurante de los más equilibrados que he visitado.

El entorno, aún teniendo en cuenta que el mes de agosto a las 2 de la tarde no es ni de lejos el mejor momento para apreciarlo, es tranquilo y bonito y la arquitectura tiene bonitos detalles como las grandes puertas de hierro de la entrada. En cuanto a la decoración interior, el acondicionamiento y la comodidad del local destacaría que los colores neutros de los tejidos y paredes son muy agradables y están en muy buen estado. Los adornos son discretos y elegantes y me han gustado tanto los detalles de las telas increíblemente finas que cubren las lámparas como la calidad de los manteles y servilletas de hilo. Es cierto que las sillas no invitan a permanecer sentado más tiempo que el estrictamente necesario para comer, pero prefiero un asiento de madera limpio antes que cualquier tela, cojín o tapizado por el que pasan cientos de personas y que evidentemente es imposible mantener impoluto. Por supuesto existirán opciones más cómodas pero es curioso que no me he percatado de la silla hasta que he terminado de comer. Los aseos están muy acordes con el resto, con elementos decorativos de sumo gusto.

Y en cuanto a la comida, yo esperaba productos de calidad, buena ejecución, equilibrio en la combinación de ingredientes y degustar algún sabor sorprendente y nuevo que estimulase mis papilas gustativas y las sacara de la monotonía, o sea un poco de atrevimiento. Es lo que espero siempre de un buen restaurante y lo ha cumplido a la perfección.

La elección que hemos hecho ha sido el Petit Menú pero existían en la carta suficientes platos apetecibles con predominio de carnes en el apartado de segundos. Y en vez de enumerar los platos prefiero describir mis sensaciones sobre lo que he degustado.

Han habido dos platos clásicos que los han bordado. Uno es el arroz de rossinyols que es un plato que dentro del menú degustación, aparece en el momento justo y en cantidad justa. Me ha parecido también justo de cocción, de salazón, de contraste entre la textura crujiente de los rossinyols y la textura tierna y jugosa de la tripa de bacalao. La presentación la hacen con muy buen gusto y el arroz estaba meloso y suelto y lo fundamental, increíblemente bueno. Un plato para el recuerdo.

Y la otra preparación para el recuerdo ha sido un pâté de campaña con tiras de pan tostado en el que el aroma de las hierbas que han elegido para servirlo junto con la combinación de los productos que han utilizado para elaborar el pâté dan un resultado suave y exquisito.

Los platos más difíciles de elaborar, que siempre son los segundos, han estado a la altura, con buenas cocciones, buenas presentaciones y buen sabor: Filetes de panagalls con mejillones y salsa de naranja y azafrán, y garrinet rústido con puré de patata, queso y ciruela al Armagnac. De ellos lo más destacable es lo armoniosa que queda la combinación de la piel crujiente y el sabor contundente del garrinet con la suavidad del puré de patata y la crema de queso.

Y el punto de atrevimiento cuando mas se agradece, en los postres. Nube de te negro con frutas y helado de Hierba Luisa y mousse de café con leche de coco y Canelé. El primero es, sin duda un postre atrevido y de una estética atractiva, un postre nada empalagoso porque combina acidez y dulzor y en el que, para mí el protagonismo se lo lleva el sabor del helado de hierba Luisa, que es exquisito. Y el otro postre también tiene su punto de atrevimiento porque la Canelé es una preparación dulce por dentro pero bastante dorada por fuera lo que le da un punto de amargor. Por lo tanto los dos postres se alejan de la típica forma de finalizar una comida, de forma dulce y generalmente bastante empalagosa, cosa que es de agradecer.

El servicio ha sido atento, agradable y espontáneo y han dado muestras tanto de sentirse a gusto con lo que hacían, como también de una rápida capacidad de improvisación porque nos han ofrecido un cambio en el menú al observar nuestro interés por uno de los productos estrella de su huerta. Nos han servido una bandeja con 8 muestras de distintos tipos de tomates, exquisitamente servidos y aliñados. Ha sido un entrante con el que hemos disfrutado mucho, ejemplo de plato sencillo y muy rico. Y el ritmo del servicio ha sido el ideal.

Y como error, desde mi punto de vista, ha sido servir sólo un trozo de pâté en una sola bandeja. Si todos los platos los han servido individualmente para cada uno de los comensales, no tiene sentido ni se disfruta igual de bien, compartir un único trozo entre dos, resulta inapropiado y escaso. Y también me parece que si las quenelles de los helados van disminuyendo claramente de tamaño, se sirvieran dos mini quenelles en lugar de una. Espero que tomen nota.

En resumen, vale la pena reservar y comer allí.

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