Restaurante El Mirador Baeza en Almansa
Restaurante El Mirador Baeza
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
12,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
12 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
4.3
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
1.0
Comida COMIDA
3.3
Precio medio entorno ENTORNO
7.5
RCP CALIDAD-PRECIO
3.7
Opiniones de El Mirador Baeza
OPINIONES
3

Pues si, tal y como reza el titulo eso fue lo que nos encontramos en un evento al que acudimos a cenar, celebrado en abril del 2011 en este prescindible salon-restaurante. Así que; presta atención querido lector, y lee hasta el final, porque si paras por estos lares te será de gran utilidad la información que aquí te voy a contar.

El marco y la puesta en escena fastuosa, día soleado, espectaculares salones ubicados en un edificio emulando un castillo medieval el cual impresiona nada más verlo, rodeados de jardines perfectamente cuidados y en plena ebullición primaveral, fuentes exteriores, hilo musical en el recinto, garaje subterráneo, limpieza y pulcritud a raudales. Traspasada la puerta de la fortaleza la impresión continua mejorando, cafetería en la planta baja, restaurante en la primera planta, discoteca en el sótano, zona para niños con cuidadora incluida, y salones con todo dispuesto para la celebración de banquetes, con impresionantes ventanales al exterior y terraza incluida, todo hacia presagiar una agradable velada, si no hubiera sido por lo acontecido a continuación.

Con semejante marco, nos disponemos en el hall a iniciar el ágape previo a la cena, tras curiosear un rato, contento y feliz me decido a abordar a uno de los camareros, el cual porta en una lujosa bandeja unos canapés de muy buena pinta, mi mano comenzó a sobrevolar el contenido mientras me decidía por uno u otro, era difícil, visualice un vasito con algo rojo en el fondo y una espuma blanca encima, tras preguntar, él respondió;
- salmorejo con espuma de queso señor
- gracias
me apresuro a cogerlo y sonriendo me encamino a por una cerveza fresquita, que con ímpetu eran servidas en una de las barras por elegantes camareros, por el camino me percato que otros vasitos rojos y blancos se encuentran abandonados en sillones y maceteros, sin darle la mayor importancia consigo mi espumoso elixir, camino hacia atrás, dudo entre si probar el vasito o la cerveza, me decanto por el vasito y………….. ‘’ZASS’’ al igual que Cenicienta al llegar las 00:00 horas, todo se evapora, se esfuma, se desvanece, termina el hechizo y lo banal pasa a segundo plano cediendo el protagonismo a quien lo debe tener por derecho propio, LA CENA.

De inmediato entendí la orfandad a la que había sido sometida la preparación por el resto de invitados, la parte roja tenia un marcado sabor a tomate enlatado y la supuesta espuma de queso era totalmente neutra, cual agua de manantial, para más pesar la cuchara de plástico que acompañaba al vasito estaba afilada como un estilete, y si no me llegan a avisar me dejo la lengua como una serpiente pitón, lo cual por otro lado me hubiera librado de seguir sufriendo el resto de viandas, tal y como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga..........

Confundido y estupefacto pienso que solo ha sido fruto de la casualidad y que un mal día lo tiene cualquiera, por lo tanto, me enjuago la boca con la cerveza para eliminar de mi paladar el rastro del extraño sabor y vuelvo a la carga, una vuelta, otra vuelta y de repente, por ahí viene otra bandeja, esta llena de unas cucharitas de plástico con algo encima, cojo una, y con desconfianza toco con mi dedo pulgar la punta de la misma, asegurandome de que no moriré degollado si caigo encima de ella, menos mal, esta no corta, parece que esto mejora, la pruebo y lo que parecía foie era miscuit de baja calidad, con un porcentaje del hígado del ave que no llegaría al 20 %, de cama una compota de manzana que no me dijo nada, y claro es que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

Ya en plan masoca, y siguiendo con el refranero 'como no hay dos sin tres', me armo de valor y vuelvo a la carga, pensando que esta vez debía afinar mejor mi puntería para tener mas suerte con mi elección, de esta manera espero pausadamente hasta ver algo que realmente sea reconocible a la vista, minimizando así las posibilidades de errar. De repente, ¡valla un vasito con pulpo!, y este no lleva cucharilla asesina, presto corro hacia el camarero que se pierde entre la multitud, esquivo una corbata, una peineta, la cola de un traje y alcanzo mi objetivo, aso el vasito con mi mano derecha y procedo degustando el cefalopodo, lo mastico, lo vuelvo a masticar, tres, cuatro, cinco, seis, siete veces y nada, el trozo seguía intacto en la boca, se acerca mi cuñado y me dice; que haces mascando chicle a estas horas, disimuladamente y con cara de desesperación me encamino hacia la entrada y lo deposito sutilmente en un macetero, donde perdurara durante varios millones de años, al igual que los restos de Chernovil.

Desesperado, hambriento, malhumorado y amargado veo pasar una bandeja con jamón y me digo esta es la mía, dejo la cerveza, para liberar mi mano izquierda, me abalanzo sobre el camarero y a dos manos cojo todo el jamón que puedo, me siento en un banco y con paciencia, y no poco trabajo, comienzo a quitarle las largas hebras de tocino que rodean la porcina carne, acabada la ardua tarea, empiezo a deglutir con ansia en botín, mientras pienso, pobre cerdo morir sin saber que es una bellota.

Llegado este momento el pobre invitado queda solo e indefenso ante la procesion de nefastas preparaciones que desfilan ante el, y entonces, Dios mio, ya no hay vuelta atrás, toca aguantar el chaparrón con la mejor cara y la mayor templanza que la educación de cada uno pueda soportar.

Ya sin ninguna esperanza pasamos al salón, nos sentamos en la mesa y el desfile continua.

Ensalada de canónigos, puñado de canónigos con dos rodajas de tomates clonados (si como la oveja Doli, todos iguales y sin sabor a nada), acompañado de un rulo de queso de cabra, unas cuantas nueces y un chorreón de una empalagosa reducción de vinagre de módena, la presentación como si el cocinero hubiera tirado los ingredientes desde un tercer piso y el camarero se hubiera dedicado a ‘’cazarlos’’con el plato cual cancerbero gastronómico. Increíble que se atrevan a colocar esto en un menú que no baja de los 90 €.

Segundo pase, una vieira en su concha, fría por dentro y gratinada con queso por fuera, preparación que podéis degustar mejorada en la sección de ultracongelados de cualquier supermercado, el sabor, bechamel de bote y cebolla, la vieira aun la estoy buscando, inexistente en presencia y sabor, acompañada de un puré de patata de textura terrosa con excesivo sabor a ajo (según ellos, degustación de ajipan), y que en el caso de que la preparación ‘’estrella’’ hubiese sabido al burges molusco que rezaba la carta, hubiera machacado su sabor en mil pedazos. Por favor, no creo que se tenga que hacer un master con el gran Hilario Arbelaitz para aprender a trabar decentemente un puré de patatas, simplemente con ganas, una termomix, patatas, y un buen aceite de oliva virgen extra, de los que abundan por nuestra geografía, se puede conseguir la sedosidad y el sabor que la preparación requiere, eso si siempre que se huya de polvos químicos de dudosa honestidad gastronómica entre los ingredientes para elaborarlo, lo cual no es el caso. En definitiva un desastre, fallo en el concepto, por la combinación de ingredientes, en la elaboración y en la materia prima.

Llegado este punto, se te empiezan a pasar malos pensamientos por la cabeza, esta no rige igual con el estomago vacío, me rondaba la idea de robarle a la mesa de los niños las patatas fritas de bolsa para paliar mi apetito, lo que no hice por verguanza torera, por si me veían, y porque esta más feo que comprar un cupón con un euro falso. Mientras el ángel bueno me convencía de desistir de mis maquiavélicos planes, aparece el camarero con el tercer pase.

Bacalao (concretamente suprema de bacalao rellena de aceite de piquillos, según la minuta), lo deguste y la pregunta era evidente ¿donde esta la suprema?, perdón ¿donde esta el bacalao?, o mejor dicho ¿dónde esta la suprema de bacalao?, pensé, ¡¡igual es un producto que no conozco¡¡ y asi con esta duda que me atormentaba en cuanto llegue a casa busque en el diccionario el significado de la desconocida palabra ‘’filete de la parte mas ancha del tronco de algunos pescados’’, respire tranquilo y me dije, menos mal que me toco la suprema, porque si me llegan a servir bacalao a secas no se que hubiera sido de mi. El sabor, al igual que el de la espuma blanca que acompañaba al salmorejo, era totalmente neutro, no sabia a nada, entonces caí, el camarero que me explico al principio de la velada que la espuma era de queso se había equivocado, ¡Era de suprema de bacalao!, desfecho el entuerto mental seguí analizando el plato, que estaba compuesto por dos trozos del pescado sin piel (que desperdicio), sosos y carentes de la imprescindible y característica textura esponjosa, entre estos pimiento del piquillo triturado tal cual y debajo unas verduras que parecían haber estado cinco días en una sauna a cien grados, vamos otro fiasco.

Llegado este punto, mis entrañas me exigían imperiosamente comer, me mentalice, supere mis perjuicios, y como dijo el famoso Espartero, maestro del toreo, pensé ‘’mas cornas da el hambre’’ mire a la derecha, luego a la izquierda y salí disparado, como poseso, hacia el plato de queso y jamón (cortado a maquina por supuesto) que aun sobrevivía intacto en la mesa de los niños, apresuradamente me hice con él y disimuladamente regrese a mi silla con el preciado botín, azaña que fue aplaudida por el resto de comensales que compartían conmigo la velada, y que, al estar en la misma situación que yo, me agradecieron devorando compulsivamente lo que tanto esfuerzo, físico y mental, me había costado.

Con el regustillo al jamón en la boca, veo aparecer al camarero con el siguiente y por suerte ultimo plato, ojeo la minuta, 'confit de pato a la naranja', me fijo en el resto de platos y compruebo que son como los tomates de la ensalada, clonicos, lo que me hace pensar que son de bote, se acompañan de unas patatas a lo pobre y una rodaja de naranja dispuesta en el lateral, decido probarlo y, mas de lo mismo. Con la piel del ave se podía fabricar un tirachinas, la carne, a excepción de la que estaba pegada al hueso, tenia la misma textura que la del hueso duro de jamón que se utiliza para aromatizar el cocido madrileño, por lo tanto por mucha voluntad que se le pusiera nunca desaparecía de la boca, la salsa de naranja simplemente no la encontré, pero lo peor, lo mas grave y lo mas bochornoso de la preparación eran las patatas, estaban cocinadas con un aceite neutro, de girasol en el mejor de los casos, lo cual considero un pecado mortal, recocidas, pasadas de punto y sin las puntillas doradas que son características del ultimo golpe da calor, vergonzoso, teniendo en cuanta la inmensidad de oro liquido de excelente calidad que chorrea por nuestra geografía, lógicamente allí se quedaron.

Por ultimo, el postre, una tarta de bizcocho que fue lo mejor de la cena, había sido encargada a una pastelería local. Así termino el fiasco gastronómico, pero bueno, que vamos a hacer, haciendo uso de nuevo del refranero castellano, al mal tiempo buena cara.

Ninguno de los allí presentes entendíamos nada, la principal finalidad de tan magno edificio es dar de comer al que por alli aparece, porque el lugar en cuestión no es un hotel, ni un balneario, ni un parador, ni un castillo, es un restaurante (o al menos eso se supone), y como tal debe dar prioridad a lo mas importante por definición, la comida, así la majestuosidad de los descritos salones queda totalmente eclipsada una vez que el comensal se sienta en la mesa, y las buenas sensaciones iniciales se desvanecen con la llegada del primer plato, con la desgana del servicio, con la mala calidad de las copas y con todo lo que a lo gastronómico se refiere, de que sirve tanto continente si no existe contenido.

Por lo tanto, y después de esta crónica, avisado queda el viajero, que atraído por la espectacularidad de la fachada, cual Ulises por canto de sirena, ensimismado, hechizado e hipnotizado caiga en sus garras, que sepa que cuando despierte del embrujo ya será demasiado tarde, y tendrá que sufrir en sus propias carnes lo que yo sentí en las mías, no, esto no es una fábula, por desgracia es la pura realidad, porque a veces la realidad supera a la ficción, advertido estas querido lector.

Baeza surgio hace muchos años en Almansa, como salon de banquetes y celebraciones. Ahora estrena nuevo local a la entrada de la ciudad, en un edificio nuevo, amplio y con pretensiones. Pero eso no basta para convertirse en buen restaurante, porque detras de esa atrayente fachada se esconde una cocina mediocre, por no decir francamente deficiente. Entrantes que parecen sacados del autoservicio de un hotel playero; carnes insulsas y pescados de calidad mejorable. Todo ello acompañado de salsas y guarniciones que ni atraen ni convencen. Cocina sin imaginacion ni ganas, como para salir del paso. No puedo opinar de la carta de vinos, de la que no hice uso. Restaurante hoy por hoy absolutamente prescindible, ya veremos si en el futuro es capaz de evolucionar a mejor. Casi cualquier otra oferta gastronomica en la ciudad de Almansa, -que tiene una gran variedad de establecimientos- le supera con creces.

Salón de celebraciones situado frente al Restaurante Valencia en la salida de Almansa.
Bonito entorno y decoración, tienen en la parte superior un salón para comer a la carta.
Además puedes comer un buen menú diario con un precio muy razonable y buena calidad. Servicio muy atento, nos enseñaron todas las instalaciones.
Comimos ensalada, revuelto de habitas, esparragos trigueros y jamón y lubina a la espalda. No tomamos vino por lo que no puedo valorarlo. Buena rcp

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