Tenia ganas de visitar de nuevo este restaurante, tras la anterior visita hace más de un año y no ser posible, en alguna estancia intermedia en fechas, en Zamora.
Sorpresa al acudir al mismo, siendo el antiguamente llamado “Viernes de Dolores” e inicio de vacaciones en muchas Autonomías, la calle bastante concurrida y solos en la sala hasta mas allá de las 23 horas que se ocupo una segunda y ultima mesa, con dos comensales.
Entorno ya descrito, acomodándonos dos comensales y optando por:
Aperitivo de la casa: gelatina de pimiento y dos cosillas más.
A compartir:
Espárragos de Guareña (zona de Zamora parece ser famosa por los mismos) que estaban fuera de carta (18 euros), a la plancha, con una base de verduras, que estaban con muy buen nivel, tanto en calidad como en punto.
Salteado de mollejas: entre aprobado y notable.
De platos:
Media de careta con cígalas (se agradece que te indiquen que quizás sea aconsejable pedir media ración) que estaba excelente.
Bacalao confitado sobre una base tipo pil pil suave: buena materia prima, pero sin entusiasmar su comida. Mejor de aspecto que de boca.
De postres:
Media Gin Tonic sólido y pastel de queso; muy bueno el primero y aceptable el segundo.
Dos cafés, una cerveza de entrada y dos Gin Tonic de Hendricks, pedidos en distinto momentos y que así mismo parecieron distintos.
En cuanto a la carta de vinos; predomino de DO Toro con alguna cosa más. Tomamos Quinta de Quietud 2005, (22.50 euros) con un servicio ajustadillo.
La cantidad pagada en total fue 120.60 euros.
El servicio intentando ser amable y con buen ritmo de platos, nada más. Buena recepción y algo mas floja la despedida.
En conjunto, platos algunos muy buenos y otros no tanto y la relación calidad precio, comparando con la anterior visita, más floja.