Burgos 1 - Senegal 1: empate en ilusión y buen hacer.

Desde mi primera valoración, hace ya cuatro años (https://www.verema.com/restaurantes/4262-blanco-y-negro-ona/valoraciones/312475) el restaurante se ha consolidado, es más, ha crecido, pero siempre continuando fieles a sus orígenes y manteniendo como pilar esa dualidad en la carta de cocina castellana con tímidos toques de autor / cocina senegalesa.

Si tenemos que destacar una mejora es sin duda en el tema vinos. Han ampliado la oferta con mucho acierto, pudiendo encontrar referencias de varias zonas tanto nacionales como internacionales, todas ellas atractivas. Desde luego se nota que están muy bien asesorados en este apartado.

A mediodía tienen un menú interesante, bien compensado y con excelente RCP.

La últimas vez que estuvimos fue por la noche, y de la carta seleccionamos:

Fresquitos. Se trata de melocotones en almíbar rellenos de queso blanco y bonito. Una delicia, refrescante como su nombre indica e ideal para primer entrante.
Montadito b & n. Compuesto por berenjenas plancha, foie, queso de cabra y confit de cebolla al px. Original y sabroso.
Ceebu Jen. Según indican es el plato nacional de Senegal, y es como una especie de cocido seco con el arroz jazmín como base, con pescado frito (una generosa rodaja de corvina), zanahoria, yuca y repollo, al que puedes acompañar con una salsa africana hiperpicante que, por otro lado, está soberbia. Muy rico. El arroz, presente en todas sus propuestas africanas, lo bordan. Le dan un toque exótico y sustancioso muy atractivo, realzando todos los platos.

Vista nuestra comanda puede dar una impresión sesgada. Aclarar para evitarlo que también puedes encontrar en su carta una simple morcilla de Oña, o unas croquetas caseras, o una sepia a la plancha, o lo que más fama le dio en su día, unas alpargatas (tostadas con jamón ibérico, tomate, aceite y ajo).

Tomamos un blanco del austriaco valle de Wachau, Nikolaihof Grüner Veltliner Hefeabzug, que estaba espectacular. Correctamente tratado.

Me ofrecieron, y por fortuna acepté, una infusión natural de rooibos. Nada que ver con las industriales.

Quizás sea mejorable el entorno, sobre todo en lo concerniente a la sonoridad, pero… no se les puede pedir más, al fin y al cabo estamos hablando de un restaurante de una localidad que, aunque ciertamente bonita, monumental y rebosante de historia, tiene poco más de 1.200 habitantes.

El servicio continúa en la misma línea de calidad, brindado por su propietaria, profesional, simpática, cuajada y, lo más importante, con mucha ilusión, casi más que cuando conocí este singular restaurante, como decía, hace cuatro años.

Repetiremos, cada año que vayamos, que espero sean muchos, les haremos una visita. Sin ninguna duda.

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