Siempre que paso por Santander tengo parada obligatoria en el restaurante

Siempre que paso por Santander tengo parada obligatoria en el restaurante de Andrés Conde, gran sumiller, gran persona, gran amante del vino. La verdad es que cuando ves esa carta de vinos y, sobre todo, cuando hablas con el propio Andrés, te das cuenta lo poco que sabes y lo mucho que este hombre te puede enseñar de este fabuloso mundo. Comimos una picadita compartida con anchoas del Cantábrico (de las de verdad), un fabuloso pastel de berenjena y unas gambitas, seguido de un plato de pescado (el autóctono San Martin) y un postre casero. Para beber, como es habitual, nos dejamos aconsejar y en esta ocasión nos sorprendió con un fabuloso Mersault Les Luchets de Domaine Roulot de la añada de 1995 ("esta es una añada que se puede tomar ya", nos confesó Andrés). De postre, un delicioso Madeira de Malvasía de 15 años de Henriques&Henriques. Hasta mi próxima visita a la ciudad, porque, sin duda, volveré.

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